“Un minuto de
silencio”
(Soltando el
control al cambiar de canal)
Habrás
escuchado del atentado,
La
opinión mediática afirma,
Sonó
inadecuado e irresistible,
Para
una mañana nublada;
Y
es que el martes es un mal día,
Para
tomar fotografías casuales,
Luego
salen cosas espantosas,
A
todo color y sin censura,
Destrozos
de vehículos afectados,
En
fragmentos de confusión;
Sin
embargo, aquellos que aún posean,
Intactas
sus membranas acústicas,
Percibir
podrán sus voces,
Afirmando
es este un país libre,
Encantador
y contrastado;
Democrático
en todo caso,
Para
que esos que lo niegan,
Se
acerquen con cuidado,
Mal
disfrazados en su sigilo,
Y
sin mucho inconveniente,
En
una intersección cualquiera,
Sitúen
aquel artefacto nuevo,
Que
genere instantáneamente,
Chispazos,
humo y alboroto;
Entonces,
los medios señalan,
Intuyen
equivocándose,
Culpabilizan
y estigmatizan,
Exhibiendo
ángulos de portada,
Relatan
los sabuesos competentes,
Fueron
distraídos acertadamente,
Rastreando
pistas adrede;
Cientos
de kilos en explosivos,
En
distantes localidades sugeridas,
Para
que ensañaran sus habilidades,
En
un ficticio golpe a la insurgencia;
Inmisericorde cáncer suburbano,
Que
enterándose subestimado,
Aprovechó el torpe despliegue,
Para
dar cabida a un lance bélico,
No
tan acostumbrado de hecho,
En
su desvergüenza revolucionaria;
El
rostro del diplomático,
Chapado
en esquirlas rojas,
Con
pasos de mirar aturdido,
Envuelto
en cinco, quizás tres,
Corbatas
con automáticas de cargador,
Abriéndose camino va confuso;
Desenfundando
al aire cañones,
Al
indagar ante la carencia de apoyo,
Por
parte de móviles estatales,
El
favor de algún amarillo,
Que
pueda trasladarle fuera,
Sin
pormenorizar en la dimensión,
De
tan traumática situación;
Cuestión
de por sí bastante improbable,
En
la cultura que insigne engalanan,
Siendo
guardias de contrato,
Al preservar a toda costa,
La integridad de dignatarios,
Ladrones y personalidades;
No
obstante,
No
debe tomarse en serio,
El
hecho no disimulable,
De
que se enmarque políticamente,
La
conciliación con la subversión,
En
un absurdo irremediable,
Bordado
en impunidad risible;
Pues
ya sea dicho horas antes,
O
quizás dentro de una década,
Podría
acontecer un día de estos,
Sin
necesidad de espacios radiales,
Frente
a nuestras viviendas comunes,
De
pronto al cruzar la calle,
En
la rutina habitual de lo temprano,
Una
detonación que haga reconocible,
El
valor de la vida malograda,
Ante
un acto reprochable;
Ante
un olvido más para la lista,
Ante
una casualidad parecida,
A
un filme de acción extranjero,
Que
a diferencia contextualizada,
No
goce de héroes infalibles,
Con
testosterona en los dientes,
Y
acero en los nervios;
Sin
duda, indiscutiblemente,
Es
asunto de suerte y minutos,
El
trascender de espectador,
A
victima desvalida,
En
circunstancias similares,
Sabiendo
previamente,
Y
sin derecho a reclamos,
Tal
vez la administración en turno,
No
detalle en gastos e indemnizaciones,
Pues
las casualidades acontecen,
Sean
malas o peores las coincidencias,
Todo
sin que sepa el estado,
Dar
compensaciones equiparables;
Indiscutiblemente,
sin duda,
Considerar
lazos afectivos,
En
un ambiente como este,
No
resulta nada difícil;
Pienso,
si fuese cónyuge,
Paternidad
o descendencia,
Lo
que calamidad encontrara,
En
un hecho de esta índole,
Reaccionar
violentamente,
Sería
lo más comprensible,
Pues
nadie anhela en absoluto,
Alguno
de los suyos sea,
Vulnerado
en tal forma infame;
Concluyendo
así,
Sin
mucha inteligencia,
También
es cuestión de tiempo,
De
azar en destino ineludible,
El
desplazarse por allí suelto,
Con
ansias de cometer un homicidio,
Con
ganas de acabar con alguno,
Ante
la falta de respuestas;
Ante
la especial sensibilidad,
Que
en comunión hemos fomentado,
Como
coterráneas conciencias,
Frente
a la crueldad de los atropellos;
Apartes
para estas fechas,
De
magnitudes insospechadas,
Tanto
para el vulgo en general,
Como
para la autoridad consagrada;
Por
supuesto, los números sirven;
Primero
creían eran tres,
Luego
destacan tan solo dos,
Son
los desafortunados fallecidos,
Pues
el conductor del masivo,
Catalogado
como participe inmolado,
Y
el ex-funcionario agasajado,
De
tal festín desalmado,
Se
han librado por segundos,
Del
más nefasto final;
¿Pero
quienes eran,
El
dúo de cuerpos consumados?
No
importa realmente,
Si
lo relevante llega al punto,
Y
el objetivo está a salvo,
Con
zumbidos en las orejas,
Con
proyecciones inconsistentes,
Viajando
de delante hacia atrás;
Con
peculiaridades íntimas,
Para
que la vida decidida continúe,
Andando
en sus horas mañosas,
Por
la voluntad de dios que permite,
En
la marea de tanta incertidumbre,
Quizá la justicia arribe cristalizada,
En
la verdad de un folder rotulado;
En
algún oasis cuántico,
De ilustre corte oficinesco,
Dentro
de unos cuantos años,
Cuando
sean las hoy frescas pruebas,
Cicatrices
en la memoria colectiva;
Definitivamente,
sin embargo,
No
dejaran sus lenguas quietas,
Por
un lapso equivalente,
Al
respeto del duelo foráneo;
Ya
saldrá a colación,
La
divina percepción,
Del
ex-presidente partidario,
Aludiendo
aún existen cavernícolas,
En
la nación del plomo y la pólvora;
Omitiendo tal vez los picapiedras,
Apoyaron
su candidatura,
En
alguno de sus ciclos maculados,
Cimentados
en sin argumentos,
Inconclusos
y aún vigentes;
Pero
adelante, un poco mas
Hay
que hablar sin tardanza;
Luego
la mascota locutora,
Replicando
fue “vice” y acólito,
Dara
por hecho la autoría,
De
tanta bajeza mercenaria,
Es
de algún frente en particular,
Mientras
los autores reales,
Siguen
durmiendo placidos,
En
silvestres hamacas,
En
lujosas camas de seda,
Ingiriendo
guineo serrano,
O
la dorada cajita feliz;
Pero
adelante, más un poco,
Hay
que hablar sin asidero;
Las
frecuencias no se hacen esperar,
Emiten
sus segmentos informativos,
Murmurando
responsables,
Para
cuando se sepa algo;
Tal
vez, algún autentico indicio,
Alardeen
lo dijeron desde el principio,
Palmeándose regocijadas las espaldas,
Con
mucho más rubor en las mejillas,
Que objetividad y certeza informativa,
Al
desentonar con falsa alegría,
Proyectando
un futuro mejor,
Para
una bandera deshonrada;
Vaya
que mala noticia,
Justo
había un clásico deportivo;
Qué
dirá el jurado internacional,
Cuántos
tantos anotara,
El
traumatizado equipo local,
Si
casualmente el artefacto,
Hechizo
o importado,
Usado
también ha sido,
Por
sus fuerzas rebeldes;
Supremo
es el progreso,
La
tecnología ha avanzado,
C4
del tamaño de un disco compacto;
Es ese el muy delicado detalle,
Que
realza la pericia periodística,
Al
preguntarse frívola,
Sin
temor a evocar fastidio,
Que tipo de música disfrutaban,
Cuando
el tipejo camuflado,
De
pseudo-informal comerciante,
Atravesó
para adherir el imán,
Como
nunca nadie sospecho,
Pues
el rebusque y sus acrobacias,
Son
eventualidades que a menudo,
Se dan en
un país como el nuestro;
Es
en abundancia factible,
El artista y género de la canción,
Que infortunada tal tragedia tuvo,
Como improvisada banda sonora,
Pueda leerse en alguna separata,
De aquellas revistas insulsas,
Repletas de caras bonitas,
Destacando
el valor de los mártires,
Estimulando
el orgullo patrio,
Corroborando
lo ya divulgado;
La
guerra fatal debe culminar,
La
posición de las altas cumbres,
Inflexible
debe ser en extremo,
Con
látigo en mano y actitud regia;
Con
algo infantil y pobre,
Llamado
ilusión plebiscitaria,
De
lo cual los heridos en decena,
No
han de oír con mucha fidelidad,
No
tan nítidamente, casi al igual,
Que
todos en el territorio soberano;
Pero
ellos en específico,
Al
menos con un defecto meritorio,
Que
les excuse sobremanera,
Pues
por tal acción insurgente,
Laceraron
la fragilidad minúscula,
De
sus inocentes tímpanos;
Victimas en condición fortuita,
De
pasajeros cotidianos,
De
vecinos aterrados,
De
población escandalizada,
Por
un algo que por allá lejos,
En
televisión es retransmitido;
Terrorismo
infame,
En titulares con viñetas,
En voces y bocas carmines,
En
la mirada de esos desechables,
Que
no elaboran mínima idea,
De
lo que se suscita alarmante,
En
cobertura especulativa,
Desmenuzado
primorosamente,
Para la audiencia que más consume;
Infame
terrorismo,
Algunos
puede demanden,
Al
testicular gobierno sentado;
Sin
embargo, porqué no asumirlo,
Seria
hermoso ver al estado,
Desagraviando
con dinero,
Algo
de lo provocado,
Por
esta partida cruenta,
Que
sacando bien la cuenta,
Nos
significa millones;
Pero
basta ya,
Que
no todo es material;
Dónde
ha quedado el espíritu,
Dónde
la mentalidad del pueblo,
Manojo
de desafortunados,
Que
deambulando en el medio,
Sortean
inhumanos eventos,
Faenas
de tolerancia suicida,
Cadenas
de irrespeto callado,
Que
sin remembrar de a mucho,
Decir
nunca es demasiado;
Pues
como nativos de este suelo,
Hemos
descubierto sucesos,
De
características más terribles,
Perpetrados
bajo el azul del cielo,
E
igual siendo cómplices,
Escaso
hemos comentado,
Dejando
la responsabilidad,
Del describir los pormenores,
A
esos sacos de diseñador,
Que
usando lentes de contacto,
Se
aplican delineador, sombras,
Y
redundante base cosmética,
Para
mermar el alcance penoso,
De
acontecimientos acaecidos,
Entre
agravantes de la misma especie;
A
todo esto, sin salirnos del tema,
Y
retornando a las cifras negras,
Ya se logra ver sus mustias pupilas,
Su
pantalón bien planchado,
Su
ceño sobrio y compadecido,
De
soberano mandatario,
Adornado
en galas ligeras,
Con
algo de botox en los parpados;
Embistiendo
sutil y memorable,
El
adusto ataque de las cámaras,
Apaciguando
débil y desdeñable,
Sus
televisadas curiosidades paganas,
Al
ofrecer jugosas recompensas,
Al incentivar ambiguos soplones,
Abriendo
la excelsa puja,
En
esta subasta de sangre,
Donde
ni por error existe un alto,
Pues
nunca es suficiente,
De
cadáveres y viudas;
Que
espectáculo ha de ser,
Circense
y embriagado,
Más
para aquellos miserables,
Que
lo presenciaremos editado,
Con
el himno devaluado,
Interrumpiendo
la novela;
Diablos,
que tanto habla,
Es
feo adentrarse en la estela,
Del
conflicto del cual vívido,
Comunes
y sin porvenir,
Conocemos
tan precariamente;
Pero
que va, franja intelectual,
Más
allá de lo macabro,
Siempre
habrá entretenimiento;
Descarado ha de señalar enfático,
Ya
se tienen algunos prospectos,
Diletante
dirá mentalizado,
Foco
primario, foco segundo,
Espantando
quizás cualquier símbolo,
Que
le acerque a su campaña;
Digamos,
pollitos enjaulados,
En
cascaras de porcelana,
Imagen
de un ahora enemigo,
En
el plano de las inclinaciones,
En
el solemne ámbito nocivo,
De
las banderillas partidarias,
Pues
es esta corrida despiadada,
La
del matador más osado;
Bueno,
ni para tanto,
Aunque
fijándose atentamente,
En
los retratos de los próceres,
Observar se puede con franqueza,
El
encumbrar en belleza elegante,
De
sus ecuestres posees taurinas;
Con
botas altas hasta la rodilla
Con
vistosas charreteras insignes,
Con
relieves de braguetas apretadas,
Para
conservar el dulce pudor;
Si
supieran que en tanta inhibición,
En
últimas poco transformaron el asunto,
Pues
se siguen contando difuntos,
E insuficientes resultan las manos;
Pero
ya basta, abundante es,
De
recalcar en temáticas crudas;
Esperemos
con fe inagotable,
Los
chicos de chalecos verdes,
Los
electos señores de chalina,
Los
actores del teatro en vivo de siete,
Despunten datos que no sepamos,
Revelen
algo en concreto,
Para
casi retener en el cráneo,
Antes
de caer lacrando pestañas,
Al dormir en mitad tormentosa,
De
este incauto sueño volátil,
Que
violento se enmarca inútil,
En
soterrado esfuerzo zocato,
Y
estúpida pujanza aguada;
¿Cómo
dices que se llamaban;
Si,
los fallecidos en el incidente?
Por
supuesto, no lo sabríamos,
Trascurrieron
inadvertidos,
Tan
rauda fue la velocidad,
Que
tras la pauta tuvo su nota,
Que
tiempo competente no hubo,
De
recordar a cabalidad sus nombres;
Al
menos, sus lapidas lo harán,
Podríamos
ojearlos completos,
En
una que otra ocasión triste,
Si
supiésemos se ubican en donde.
Fernando
García M.