martes, 21 de junio de 2016

“No existen relevos”

(Sin dobles, remedos o remedios)

Tantas cosas han sido,
Y habitando formas diversas,
Conocidas, y no lo suficiente,
Silabas se han secado,
En el articular de las bocas,
Que platican despaciosas,
Sin el ruido de las gentes;

Solamente los problemas conllevan,
A mayores dilemas posibles,
Que advierten, solicitan y desnudan,
Para hacernos objetos del deseo,
Anhelándose así mismo,
En un mutualismo vivo,
Que culpa y exonera,
Abandonando recuperadamente,
Reformando desolador,
En turgentes dimensiones;

En quimeras pasiones,
Humedecidas y áridas,
Cálidas y refrescantes,
En la interacción de indisolubles;
Torrentes que surcan intimidades,
Para manifestarse mal,
Para malearse manifiestos,
Con animalescas caracterizaciones,
En ardores instantáneos,
Congelando inhibiciones,
Salvando insalvables;

Para escoger rescatarse primero,
Para escoger rescatarte primero,
Para escoger rescatarnos,
Llamando al arrastre,
Tramando lo contráctil,
Premeditando consecuencias,
Sin recrear desenlaces;
Tomando parte sustanciosa,
En cabellos, rubores y velos,
Partiendo en cuáles aromas;
Acaso de efervescentes,
Acaso de improperios,
Para que sean tantas cosas,
Como las que pudiesen,
Pragmáticas y deficientes;

Un segundo aire meritorio,
Atemoriza la línea de lo normal,
Santificando escondites,
De regocijo y exceso,
De pudor obsoleto
Y falsos consejos,
Que ofrecen razones inclementes,
Al empoderar a la cordura,
Que reposa en los cuerpos,
Presta a cambiar instantánea,
De denominación habitual,
Ante la inusual dominación,
De los instintos cansados;

Calificando de innecesario,
Al decoro precisado,
Planificando un piquete certero,
Hasta el agotar de la sangre;
Condenado al vacilar salvaje,
Demasiado lindo para ser bello,
Muy poco hermoso
Para ser horrendo;

Sótano de las apreciaciones,
Donde solo importa el efecto,
Con sus moldes y siniestros,
Con sus mirares y universos,
Revolcándose al mezclar bandos,
Repasando trajes y sub-atuendos,
Con el valor de la carne,
Que se disculpa y arremete,
Para deslizarse a lo digestivo,
Que devorando permite enteros,
Hasta que los pies se encogen,
Para ser garras insistentes, 
En palmas y plantas,
Todas ellas impasibles,
Con algo de a poco,
Y un poco de tanto;

Para significar el adorar,
De rodillas maceradas,
A ese dios irracional,
Con cetro de incitación,
Coronado en altivo lodo,
Que se menciona susurrado,
Elogiando sus apodos;
Sabiendo seudónimos decentes,
Son inmisericordes a su justicia,
Pues ata y cancela, 
Revive y sugila,
Virilmente atento,
A la combinación del agradecer,
Con la facilidad del lamento;

Componiendo crueles travesías,
Donde rebeldes sus copas chocan,
Salpicando propicios,
De tiempos adhesivos,
A indómitos relieves;
Dueños de senderos,
Puertos de candelabros,
Con derretir prolongado,
Y agujas localizadas adrede,
En nucas, costillas y verbos;

Todo lo que correr puede,
Todo lo que palpita y perece,
Resurge con sublime ahínco,
Para caminar lentamente,
A velocidades intangibles,
Que arrojan prendas opresoras,
A la vez que ahogan 
Ajenos principios,
Lejanos a lo no prudente;

A lo masticable, 
A lo frágil y lastimable,
Que exige migajas de arena,
Para sofocar más su esencia,
Reconociendo elementos sentidos;
Instrumentos ambivalentes,
De silvestres inclinaciones comunes,
En particulares sin apellidos,
Frenados por siglos y credos,
Pareados en golpes de músculos,
Que en tersos evidenciares repiten,
La sedación de lo profuso,
Resulta insuficiente,
Para lograr lo profundo;

Para abordar sueños,
Que inútiles padecen temores,
Ante percepciones que se doblan,
Pliegan, postran y separan,
Cuando colinas son valles,
Y encuentros son extravíos,
En detalles que fósiles son,
De irreconciliables estéticas;
Disecados en eras de alaridos,
En sesiones de escándalos relajantes,
Con éxitos de adecuados fracasos,
Que implican el desproveer,
De expresión cualquiera,
No procedente del mover táctil,
Donde lo dérmico e inestable,
Cambia de dirección,
Retornando para 
Pasar a lo siguiente;

Advertencia incinerante,
Draga eres de fascinaciones hirientes,
Ulcerando voces aunadas,
Al auspiciar fosfenos astrales,
Que identifican y pervierten,
Dejando solas a las acciones,
Que absuelven y convierten,
Para caer en los ojos lagrimas,
Depredando lunas e insomnes;
Escoltando días e impensables,
Carentes de horario más adecuado,
Que aquel del provocado apetito,
Por cálcicos platillos dulces,
Cianurados entre astillas óseas,
Y aborrecibles predilectos;
Cruz elaborada meticulosamente,
Para ser de doble aposento.

Fernando García M.

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