“La toma de las calles"
(Receta # 204)
Pose
de responder mental,
Que
nivel dirigente,
Das
a la sociedad;
Supervisión
tenga,
Una
alineación adecuada,
La
jornada de ese tipo,
De
situaciones variadas,
Tanto
de carbohidratos,
Como
de individual;
¡Fuera
de encargos!.
“Regímenes módicos
y excluyentes”
(Receta # 90)
Y
no terminación de movimientos,
Eres
insólito mayor que reviste,
El
comerciar disminuir de costos,
El
vaticinio continúo de esas condiciones,
Mientras
las herramientas son autoras,
De
arreglos arqueados en tinta;
Nunca
fui seguridad al decir,
Comodidad
de moción en contra;
Es
la característica no demostrable,
Rencoroso
ensamble de líneas,
Sistema
de pausas organizadas,
Con
un toque de jengibre.
“La confusión
del camarón”
Dormido
en la corriente,
Algo
oí al respecto;
Inútiles
para nadie,
Cuyo
gasto enérgico,
Es
servil ocio de criados;
Infamia
en busca de oídos,
De
héroes determinantes,
Que
a conocer den medidas,
Arriesgadas
y también audaces;
Consideraciones
ungidas,
En
la iluminación desbordante,
Del
valor aquel afligido,
Que
nunca vuelve inmaculado,
Luego
del agravio cometido,
Postrero
a la falta suprema;
Acuden
sugiriendo impuros,
La
disposición del ropaje adecuado,
Para
ejecutar la venganza,
Al
sacar siempre de excusa,
Mañana
quizá mejore.
“Al reparar la
fatiga psíquica”
Mañana
de prevención,
Necesario
es lo más humano,
Del
solícito comportamiento,
Que
allí evalúa su desempeño,
Preparado
y presa a un tiempo,
De
otros cuantos escenarios;
Filtros
de motivación,
Especialmente
significativa,
Importante
en lo monótono,
Empleada
en esas rotaciones,
Que
por ultimo penden,
De
conocimientos destilados;
Desengaño
de ebriedad,
Que
a merced poderoso arrastra,
El
ritmo de tan turbulento rechazo,
Que
hace siempre del destino,
Carga
en desidia ufana,
De
entrañable desconfianza.
Ser
deben a semejante turno,
Los
hombros que superar puedan,
El
peso de la indiferencia,
El
clamor del olvido;
Pausada
meditación,
Que
me incita descarriado,
A
la disciplina de lo impreciso;
Oh
hendiduras,
Maneras
que se permiten,
Entre
las ruinas laterales,
De
esa continuidad decaída,
De
esa acción tierna y dulce,
Que
es daga enfundada,
Siempre
y cuando
El
corazón ame;
Alma
buena y alternativa,
Ayúdame
a salir de aquí,
Apártate
cual secreta acudiste,
Siendo
preocupación artífice,
Imprudente
cavilación estúpida,
Estorbo
de labios idos,
De
nubes y piel plateada;
¡Guirnalda
en ninguna parte,
Debilidad
de lo escondido!.
Le
falta lo mejor,
Lo
más auténtico y esencial;
Perplejidad
y extravió,
Horas
de prevención,
La
promesa suprema,
Que
parece enojada,
Que
inquiere acuciosa;
!Hasta
que le separe!.
Ocurrir
aunque no se note,
Manantial,
precisión, sentido;
Tronco
de todo origen,
Trompeta
también lúgubre,
Muslos
siempre turgentes,
Son
manos en factor de ajuste,
Bebiendo
en nombre del éxtasis;
Casi
ardor de medio día,
Creatividad
que decaes;
La
fuente se ha detenido,
Jactarnos
podemos ya,
De
embriagados inmerecidos,
Soslayados
en celofán.
Bajo,
en fin, estirpe celeste,
En
mi cabeza corona es sin duda,
La
constitución propia de su clase,
Alarido
de maquina estéril,
Catálogo
de representaciones intocables,
Mensajes
solo para los sentidos;
Incompatibilidad
deducida,
Es
la dominancia de ese pasado,
De
esa señal fruncida,
Que
destaca el retorno obligado,
A
esa estancia mal querida,
A
esa persecución inútil,
De anhelar ser lo menos,
Que
en su momento fue más;
Oh
desdicha,
Tal
como le ocurría,
Al
coraje cohibido.
“Humanos cascos
en el proceso”
Alusión
a lomos androides,
Entidades
inteligentes,
También
para sus tiempos;
Aquellos
que se quedan asolas,
En
días festivos y noches especiales,
Aquellos
que corresponden,
Como
pueda y deba pensarse,
Cuando
son burlas y boicoteos,
Los
saludos en la calle;
Escucha,
mozo,
Esos
hombres finales,
Esos
perfectos instrumentos,
Reconocen
todas las veces,
La
absoluta majestad,
El
destino que miniaturizado,
Les
ofrece pudor y consciencia;
Serio,
sobrio y provechoso sentido,
Que
orienta también a la culpa,
Entre
ligamentos y alambres.
“Vitoreo, al
sufrido”
(Receta # 36)
Nada
soy pues,
Sin
la fatiga del esfuerzo,
Nada
en absoluto entonces,
Sin
abogar al tesón firme;
Profunda
es la sustitución,
Que
la voluntad hace de la razón,
En
el hombre aquel que ufano,
Se
resiste al mundo cruel y tirano,
Persistiendo
con cándido esmero;
Perlando
en sudor salado,
El
fruto de su tenacidad,
Lo
incólume de su espíritu;
Ningún
tipo de mecanismo,
Remplazara
nunca a la devoción;
Indómito
temple marcado,
Manifiesta
el genio al actuar,
Al
superarse sobresaltado,
Por
cronologías y ocurrencias;
Por
represiones cohibidas,
Que
ejercen control indebido,
De
la violencia, aura jamás pasiva,
Del
perdón autentico, sentir divino;
Soy
nada pues,
Nada
impuesto por azar,
Algo
en composición de destino;
Estirpe
de cabezas antiguas,
De
coronas y cetros estériles,
Pues
realeza no habita alguna,
La
agitación de este grado,
Intensidad
continua y rauda,
Que
son mis puños y latidos,
Vasija
vacía de paz.
De
igual manera,
Audaz
en extremo,
Retroalimento
a la suerte,
Suspirando
siempre optimismo,
Esperando
toda vez,
El
mejor desenlace posible;
Reto
al mundo corrompido,
A
título de hombre-máquina,
Vacilo
por las calles decidido,
Posterior
cual profeta arrebatado,
Hijo
de nadie en absoluto;
Producto
de ese proceso asesino,
De
ese enjambre colérico,
Que
pica y muere al instante,
Que
cuece las ilusiones juveniles,
Hasta
transformarlas en mal humor,
Y
ceños de pestíferas pieles;
Levanten, luego el eslabón,
Que
a tal esclavitud pueda,
Hacer
equivalencia precisa;
Vigilante
sobre nuestros cuellos,
Aguarda
en su majestad la vejez.
“Voladores en la
noche”
(Receta # 51)
Transmutada
melancolía,
Ríes
con sonada burla,
Con
infame cobardía,
Llamando
peces a los actos,
Desdibujando
los ojos aguados,
Que
median entre las ondas,
Siendo
el reflejo inédito,
De
un rostro poco diciente;
Metáfora
que a aquello conduces,
Asimila
la naturaleza diversa,
Tómala
como el creador radiante,
Sorpréndela
en un soplido profundo,
Que
desde afuera arrastre olas y nubes,
Hasta
llegar al corazón adentro,
Hasta
emancipar las ásperas dudas,
Del
alma que vive ansiedades;
Perfección
de sollozo frio,
Virtud
de sereno descanso,
Codicia
de drama y atención,
Amargura
en congoja ficticia,
Que
argüimos son las preocupaciones,
Del
personaje desempeñado;
Cada
cual rinde a su gusto,
La
soledad que bastada le sobra,
Entre
el disfraz y la careta,
Entre
sombras y pensamientos.
De
las invenciones,
Corrección,
durante
El
embauque;
Variación
discutida,
Es
el mundo en imperfecciones,
Guiado
por veloces artificios,
Que
tiempo siempre reclaman;
Azotando
la credulidad y el sueño,
Trucase
la innovación en pedestal,
En
inspiración del postrero diseño,
Que
ásperos cascos digitales,
Traducen
por lo pronto,
En
imágenes y sonidos;
Seguros
de ningún modo,
Los
sentidos son adioses,
Al
ignorar previo sensitivo;
Que
da grata bienvenida,
Al
hastió de la sorpresa,
Vacuidad
de lo repetitivo;
De
las invenciones,
Corrección
después;
Corrección,
demasía
De
lo tarde.
Las
transcripciones aquellas,
Que
de gran riqueza son,
Expresan
imágenes suficientes,
Alternan
paisajes en medias palabras,
Salpicando
versos e insurrección,
Santiguando
trucadas apreciaciones,
Entre
caprichos de suaves tijeras;
Anacrónicas
son las impresiones,
Generosas
en amplia angostura,
Monólogos
fruncidos en cavilaciones,
En
desafiantes deberes supremos,
Que
delimitan el aparear cubico,
De
enunciados propios y ajenos,
Sometidos
sin más remedio,
A
improvisadas posturas;
Remoción
fugaz de lo impúdico,
Desconocimiento
total de la medida,
Deshonestidad
espectral también es,
Mesurar
lo racional con lo ilógico,
Al
reproducir la idea dividida,
Al
imitar sentimientos semejantes,
Al
desgarrar páginas enteras,
Entre
alaridos sin filos ni dientes.
“Vegetales de
bronce y oro”
Eludo
todo concierto,
De
cualquier evento vivo,
Ideo
ficticios desvelos,
Escondites
airados e ineficaces,
Cerrojos
verticales y modulados;
Prefiero
con afán terrorífico,
La
música de artistas fallecidos.
Los
nombres abandonados,
En
ese pasado que no se recuerda,
Extras
son de cuerpos perecederos,
De
historias sin asidero,
Que
igual nunca conocimos;
Todo
extraño lleva su mundo,
Y
son tantos en cualquier caso,
Que
para saberlos cabalmente,
Más
valdría el ser espíritu;
Revelación
tras la máscara,
Albedrío y consciencia,
De
tal charada iracunda;
Pasarela
de creer,
Se
es sin duda,
Único
y distinto.
“Envidia,
imperioso deseo”
No
se puede andar por ahí,
Pendiente
solo del formato,
Tampoco
se vale llevar máscaras;
Indecente
resulta el rostro,
Que
tras caretas de yeso y tela,
Busca
ocultar su reflejo,
De
las vitrinas multicolores,
Que
son sin labios los ojos;
Prohibido
está el desinterés,
Cuanto
se pueda debe manifestarse,
Apetitoso
y atractivo;
Degustable
desde todo punto,
Debe
ser el contenido albergado,
Bocadillo
de fácil ingesta,
Para
aquel fanatismo ingenuo;
Incipiente
delirio confuso,
Que
soslaya tal como eleva,
La
condición del tímido sexo,
Que
entre las sombras se forma;
Torne
en infante luego,
El
alma del hombre caído,
Restituida
clame retroceso,
En
recurrencias oníricas;
Esbirros
con antifaces,
Personas
ocultas también,
Entre
sospechas y desvaríos,
Son
los corazones aquellos,
Que
profundos pasean,
La
gloria de sueños ajenos.
“Irreflexivo
instrumento”
Hombre
que te guías,
Por
el espíritu del coraje,
Y
en ello acudes siempre,
Fatigoso
al afán de tus días;
Progresivamente
has sustituido,
El
olvido del perdón sincero,
Alumbrando
en candor indecente,
El
corazón que turbulento alimentas,
Con
puñados de carbón y suerte,
Cual
caldera que bulle agonías;
Profetas
han sido muchos,
Contaminando
tú esencia,
Dando
acierto y futuro,
A
aquella condena ingenua;
Arrebato
de claridad estéril,
Que
es conocer anticipadamente,
El
horror de lo inevitable,
El
sabor de lo supuesto,
Ablandando
la certeza,
Del
ser nunca corrompido;
Engendro
que fuiste débil,
Eslabón
y espanto encarnas;
Audaz
expectación forzada,
Que
imprimes a nuevos eventos,
Postrando
luego tus puños,
Ante
la voluntad diletante,
Que
rige lo intempestivo.
El plátano nunca verde,
No riega ya las raíces,
No reconoce siquiera,
La tan malísima suerte,
Que siniestra le persigue;
El tiempo que no perdona,
Ridícula aproxima su silueta,
Sin dilatorias contemplaciones,
Sin pasadizos auxiliares,
Al final aquel que inexorable,
Sabrá saldarle tantos aciertos;
Alerta, maracas y guayaberas,
El cóndor que igual es sin duda,
Gallinazo y rey de los andes,
De color trifásico sangre,
Ha de cubrirse en su luto,
Al devorar sus pútridos restos,
Secuaces también de un difunto.
“La placidez del
buscapleitos”
Severa
cosa es aquella,
Por
la cual le juzgan,
Tímido
y culpable;
Intención
en acto réprobo,
Que
le hace merecedor,
De
tan frugal estrella;
Suerte
que suele entregarse,
A
la esencia naturalmente,
Siendo
vibración armónica,
Que
equilibra el rudo carácter;
Cosa
es aquella severa,
Por
la cual le ridiculizan,
Desvalido
e inconsolable;
Discusión
estrepitosa,
En
vilo oculta su cuerpo,
Conducido
hasta aquel dolor,
En
tan absurda manera;
Por
golpes pueda entenderse,
El
mundo también imprudente,
Que
acariciando sutil su boca,
Desde
el suelo le hace entender.
Desnuda
le he disfrutado,
A
raíz de un mal entendido;
Coincidencia
torpe e imprudente,
Se
supo también sin duda,
La
aproximación fallida;
Entre
bloques y bloques caídos,
Imprecisión
eres ingenua,
Al
deshacer escalones sin tiento,
Al
engendrar perfectas ruinas,
Que
emergen de lo fluido;
Deleite
descubierto en dorso,
Preservado
jamás por las aguas,
Es
la imagen de su olvido;
Divinidad
de cálido rostro,
Esculpido
en mármol inmóvil,
Que
se hunde al resurgir;
Luego
de ser falsamente,
Devorada
por las olas,
La
estatua de la depresión,
Asoma
ante el sol sus ojos.
Tiene
un aire de inteligencia,
El
desliz de su infortunio;
Trama
de varias cuerdas,
Seductora
es entre destellos,
Entre
melodías dispuestas,
Para
ensayos crueles;
Lo
que más fastidia,
De
su fisionomía revoltosa,
Es
el perfil analítico,
Que
se finge en su silencio,
En
su improvisación impúdica,
Cuando
las crisis se prolongan;
Detrás
de su corazón habitan,
Pretensiones
siempre ocultas,
Que
indistinto de la manera,
En
que vistas sean contempladas,
Conservan
aquella potestad individual,
Que
engendra posteridad por hiriente;
Un
aire de inteligencia tiene,
Al
decepcionarse intrigado;
Dispuesto
a pistas libres,
Resuelto
a esperanzas contundentes,
Que
sin razones satisfactorias,
Le
acometan faltas de pasión;
El
ángel que a la justicia falla,
Comprende
la secuencia agradable;
Devoción
traviesa que impide,
Se
entregue su humor destemplado,
Inmaculado
sello salobre, que incrédulo,
Atesora
con desdeñable tibieza;
Certero
en inocencia dulce,
El
requerir de su cobarde astucia,
Le
permite inmoral y noble,
La
amnistía de tal indecencia,
Distinción
de exhibirse al desconocer,
Perplejas
acompañantes de cama.
Es
el adulto un infante,
De
lo más susceptible y crédulo,
Terrible
manojo voluble,
Burla
temerosa en extremo,
Ruina
en cualquier momento,
Que
sin mediar motivaciones,
Emprende
y renuncia a un tiempo,
En
acto, voluntad y decisión;
Ejemplar
y mal educado,
Irritable
en curiosa medida,
Quejumbroso
y mal pensante,
Despreciable
infanticida,
Que
se elimina así mismo,
Eludiendo
pudor y vergüenza,
Al
conceder y negar indultos;
Es
el adulto un infante,
Criminal,
excesivo e ingenuo,
Virginal
de ninguna parte,
Que
se abusa sin remedio,
Mintiendo
entre los detalles,
Fingiendo
nunca ha existido,
Huyendo
en autómata salida,
De
cuanto hoy es su reflejo.
Nada
inspira lo nuevo,
Como
lo que ya se ha visto;
Di
cien cosas al revés,
Que
puestas juntas luego,
Desdigan
sin fundamento,
Cualquier
posible mejora;
Señalando
la visión anterior,
Intenta
las más interior reliquia,
La
más pausada memoria,
De
algo impropio y ajeno,
De
algo nunca antes presto,
Al
torpe tacto del entendimiento;
Embauca
al ego enfermo,
Que
aburrido se vanagloria,
De
diverso en tantas posturas,
Sumérgete
en tal universo,
Que
niegues todo lo escuchado,
Al
reducir simple el silencio;
Qué
es aquello que murmura,
Qué
reclama con cierto celo,
Toda
idea no precedida,
Toda
fama innecesaria,
Que
se agote sumergida,
En
pignorar de luz y gracia;
Escuece
lo díscolo,
Prima
lo travieso,
Golpes
da de aleteo,
El
aire que llega pronto,
El
sueño que sabe a un tiempo,
Lo
crédulo del ateo;
Nada
inspira lo nuevo,
Como
lo que ya se ha visto,
Nada
alienta el deseo,
Como
la autoridad tibia,
De
la naturaleza que circundante,
Al
exaltarse se humilla;
Materia
que se desborda,
Para
la admiración colectiva,
Para
el ignorar acostumbrado,
Que
sepulta lo llamativo,
Entre
el barniz desvergonzado,
De
la posteridad y lo desconocido;
Origen
es la percepción,
Desdibujada
y consumida,
Desarreglada
a la medida,
Del
reposar ingrato del sentido;
Del
revolver inútil del entusiasmo,
Al
concretar lo ya concebido.
“Tabla de turnos
de lavado”
Fumar
es para quienes esperan,
La
compañía más anhelada,
La
gratitud más insensata,
Cuando
se yace plantado,
Cuando
se sabe abnegado,
Se
dejo de esperar hace mucho;
Cruel es el amor que evitando la prisa,
Posee
siempre tiempo suficiente,
Para
defender la dignidad,
Que
pende sobre su nombre,
Para
discutir por banalidades,
Que
a veces causan tragedias;
Para
quienes esperan, el humo,
Es
la constancia de que raudo,
Se
agita el corazón furtivo,
Deseando
exonerarse por completo,
Ensañado
en liberarse comedido,
En
pensamientos irresolutos;
Eufórico
es el espíritu festivo,
Que
desgarbado en su exaltación,
Impulsa
perpetuamente propicio,
El
argumentar de inútiles querellas;
El
exacerbar de espacios desvanecidos,
Tragos
amargos llamados recuerdos;
Para
quienes esperan es fumar,
El
verbo por excelencia sublimable;
La
sátira que cualquiera ejercer puede,
Conversando
consigo mismo y ninguno,
Entre
suspiros disfrazados de aliento,
Retazos
grises del alma que se abrasa;
Pausada
distiende la tarde caída,
Bríos
nuevos al sol que fallece;
Purificada
asoma la noche inocua,
El
aturdir del sueño nunca reparador,
El
sacudir de la visceral zozobra,
Que
evoca separación e insistencia;
Luego,
la voluntad de prolongarse,
Simple
y desenfadada lo desgarra todo.
“Terrores
distantes y luces inferiores“
Espera yugo
trascendente,
A prisa siempre
marcha,
El poder de
aquel abolengo;
El corcel de
infausta fatiga,
Que
se suele impedimento,
En
la lucha que separarte logra,
Entre verdades
profanas,
Carentes de todo
valor;
Aguarda
y toma un respiro,
Contempla
alrededores y cumbres,
Expía
nuevas condenas,
Al
lanzar zarpazos febriles;
Manto
supremo es lo absoluto,
Inalcanzable
es el adjetivo,
Efímera
la unidad que indivisible,
Expresa
la apropiación del símbolo;
Distracción
fácil es aquella,
Que
pensando siempre en relojes,
Fluye
sin dejar huella segura,
Posando
creencia e ingenuidad,
Al
desplegar falsas sensaciones,
Entre
ellas el saberse más listo,
Presto
al llamado magnifico,
De
la más aguda inspiración;
Espera
yugo trascendente,
Espera y revela los matices,
Que
incorregibles encienden,
Pétalos
y pálpitos por igual;
Resguardado
cohíbe sin escrúpulos,
La
inercia de esa materia oblicua,
Que
se suele la tibia libertad,
Sin
la gracia de la redención;
Aguarda
y toma un respiro,
Refrena
el paso avasallante,
Del
misterio que te asiste;
Asume
antes el sacrificio,
De
enrostrar sin ambages,
El
martirio de la decepción;
Oh
recuerdo imborrable,
Se
siguen días inútiles.
“El desvelo no
tiene aliados”
Reserva
primera,
Que
ajena siempre,
Destello
inicial eres,
De
toda discreción;
Al
tomar introspección,
El
aclarar ciertas miradas,
Que
el alma da al corazón;
Oculta
la pasión vendida,
Herida
es que nunca sana,
Fascinación
disimulada,
De
una entonces maravilla;
Desesperación
indefinida,
Que
gustosa adquiere forma,
En
impresiones desacertadas,
Que
implican silencio y partida;
Primera
reserva,
Que
siempre ajena,
Eres
inicial destello,
De
toda discreción;
Es
horror de ausencia,
Abismo
en demasía profundo,
El
gélido deseo que alienta,
La
confesión jamás ofrecida;
Atesorando
cualquier indicio,
Deslizas
parpadeos sombríos,
Ubicas
en rincones apartados,
Tormentos
de vividos celos;
Acólito de escandalosa huida,
Revelas
en secreto luego,
La
voz que encarnas escrita,
Que
dice y desdice a un tiempo;
Que
clama y calla enseguida,
Al
deshabitar cualquier intento,
Que
pueda en alguna medida,
Desnudar
los sentimientos.
“Atuendos raídos
en sábado santo“
Marcas
en las paredes,
Asimetrías
en todas partes,
Desnuda
la soledad se sienta,
A
ver como muere la tarde;
El
sol caerá y lo sabe,
Estrepitoso
habrá de apartarse,
Y
en ello entenderá la luna,
Como
se siguen las noches:
Pretende
el tiempo,
Ser
amigo confiable,
Al
derrochar desprevenido,
Juventud
y lozanía;
Adquiere
el olvido,
Un
matiz habitual,
Una
cierta música,
Desgarradora
a lo lejos;
En
las paredes marcas,
En
el alma perdigones,
Anzuelo
es el deseo,
De
carnada inexistente;
Inestable
el resplandor,
De
esa claridad distante,
Que
ocultando el firmamento,
Sepultan
ya las nubes;
Aparentes
las ideas surgen,
De
la voluntad menos posible,
De
la oposición del verso sumiso,
Animal
aquel dulce y aberrado;
Inocencia
que no es en ocaso,
Entre
cieno y desganos desiertos,
Entre
intensos espasmos torpes,
Que
legibles fatigan el pulso;
Señas
en los rincones,
En
los quicios de las puertas,
Incisivos
roedores asoma,
El
fantasma de la culpa.
“Mendaz reconvención
fugitiva”
Desde
cuando resulta el silencio,
Tan
estorboso y pesado;
Debe
acaso el ruido su fuerza,
A
lo externo que no parece,
A
lo cierto que siendo bajo,
Se
esquiva tal como vuelve;
Voces
son de la tarde,
Las
ideas que pasean reñidas,
Amenazantes
al filo del desánimo;
Conformes
al resanar vicios y suertes,
Desgarrando
en soledad al cuerpo,
Tanto
como al espíritu afligido;
Apelación
constante en equivoco,
Es
el sentido que aislado,
Arrastra
tal melancolía indecible;
Adulterado
el eco aceptan los oídos,
Cual
imanes de desconcierto y horror,
Despejando
querellas inconclusas;
Fastidio
de máximo tedio,
Es
el agravio proferido en muecas,
El
desvarió de la comisura quieta,
Que
articula frases mentales,
Sazonando
en indiferencia propia,
Ausentes
rescates lingüísticos.
“Querella
holgazana es la melancolía”
Fuerzas
artificiales,
Asisten
al clamor de la palabra;
Escuálidas
figuras son luego,
Sombras
curtidas de tiempo,
Dispuestas
a cualquier alivio,
En
torpes entregas de tinta;
Artificiales
fuerzas,
Estadios
que cruza el recuerdo,
Son
los suspiros del corazón,
Que
instiga con imágenes lejanas,
Con
melodías que se deshacen,
Para
dar pasó al silencio;
Fuegos
de otras índoles,
Entibian
al calor del alma,
El
resurgir del desencanto;
Consuelo
embelesado busca,
El
dolor eternizado nuevamente,
Temiendo
consumadas ausencias;
De
otras índoles fuegos,
Perforan
lancinantes el pecho,
Elogiando
rincones vacíos,
Que
de sentimiento abundan,
En
la risa que se apaga suave,
Cuando
retornan los detalles;
Bríos
de exaltación principal,
Que
falaces son en origen,
Alientan
movimientos de huida;
Escapa
siempre infame la belleza,
Cuando
concebida la forma posible,
Falla
la razón intempestiva;
Habita
desigual el desosiego,
Entre
medicaciones informales,
Entre
aislamientos permanentes,
Que
logren exhortar verosímiles,
Auténticas
agitaciones táctiles,
Que
cedan voluntad al verbo.
Fernando
García M.
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*Información de pistas utilizadas.