lunes, 11 de abril de 2016


“De què saben entonces los oídos”

(Sino de este pánico vano) 
 
Temo a esta vida,
De amor y fantasía;
Dondè habrá de reposar,
Mi alma y la tuya,
Cuando descubra no respira,
El placer de la duda, 
La dicha del azar;

Anciana es la transformación,
Que nueva ha de sorprenderme;
No conozco nada mas parecido,
A lo que será de momento,
Como lo ampliamente 
Desconocido;

La piel deshollejada clama,
Recordando apariencias en desuso,
Que sìmiles a la próxima,
Saben también 
De lucro y compromiso,
De oculto y delirio;

Deber no resulta obligado,
Más aun se debe,
Gastar el entrante desfigurar,
Bajo el cielo voluble;
En la posibilidad de 
Un temperamento grueso,
Alicorado deliciosamente,
En la soledad invulnerable, 
Mísera, agitada y lastimosa;

Si alguna vez identifico,
Este rostro en un espejo,
Nunca olvido decirle 
Sobradamente:

“Teme espantoso, 
Terriblemente exaltado,
A tanta vida de amor y fantasía,
Pues renunciar a las palabras,
No garantiza silencio”.

Fernando García M.

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