“De què saben entonces los oídos”
(Sino de este pánico vano)
Temo a esta vida,
De amor y fantasía;
Dondè habrá de reposar,
Mi alma y la tuya,
Cuando descubra no respira,
El placer de la duda,
La dicha del azar;
Anciana es la transformación,
Que nueva ha de sorprenderme;
No conozco nada mas parecido,
A lo que será de momento,
Como lo ampliamente
Desconocido;
La piel deshollejada clama,
Recordando apariencias en desuso,
Que sìmiles a la próxima,
Saben también
De lucro y compromiso,
De oculto y delirio;
Deber no resulta obligado,
Más aun se debe,
Gastar el entrante desfigurar,
Bajo el cielo voluble;
En la posibilidad de
Un temperamento grueso,
Alicorado deliciosamente,
En la soledad invulnerable,
Mísera, agitada y lastimosa;
Si alguna vez identifico,
Este rostro en un espejo,
Nunca olvido decirle
Sobradamente:
“Teme espantoso,
Terriblemente exaltado,
A tanta vida de amor y fantasía,
Pues renunciar a las palabras,
No garantiza silencio”.
Fernando García M.
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