viernes, 17 de julio de 2015


“Exhumación invernal”

(Causes que han de sepultar las olas)

Como agua la idea se filtra
en cada pensamiento,
Inundando cualquier premonición,
Ahogando cualquier alivio,
Siendo aquello que siempre ha sido,
Destello de falsa alegría,
Conato inacabado de
delirante obsesión;

La lluvia en busca de su curso,
Recorre largas avenidas,
Agitando rincones antes quietos,
Cediendo después de todo,
Rastros de esa dignidad callada,
Que impávida la urbe solventa;
Vestigios de arena y ramas esparcidas,
Marcas de desechos desperdigados,
Por la fuerza ahora minúscula,
De decenas de discretos arroyuelos;

Turbia la percepción de esperanza,
Se ciñe en formas inanimadas,
Secándose del modo que conoce,
Doblándose en la condición previa,
A aquel desconsuelo desgarrador,
Que reposa para ser removido,
Por bosquejos de apacible frenesí,
Sombras de amena presencia,
Que prolongan espectros silentes,
Hasta sumarse a la noche;

Existen fantasías de libertad,
Más allá de muñecas y palmas,
Más allá de huellas y pies,
Sin embargo somos todos hombres,
Elogios de una misericordia superior,
Mendicidad inconcebible de lo súbito,
Destino, azar, tragedia;
Indicio de una suposición noble,
Que enraíza y toma altura
en resistir y aguardar,
Sopesar y temer;

Como agua la idea se filtra,
Imparable discurre entre las grietas,
De expectativas y consecuencias,
Irrevocable adquiere cuerpo,
En el cieno indescifrable de lo dormido,
Forjando miembros de sueños,
Para poseer y deambular irresistible,
Para colmar y vaciar en un mismo tono,
Aquella indefensión obligatoria
que es lo cansado;

Visión terrible de desolación,
Masa deforme de molestia incalculable,
Acaso exige tu reino infinito,
Dilatadas cavilaciones agobiantes,
Encendidas divagaciones de luna,
Que solo conducen a aquel
Inescrutable lamento,
Certeza de la extinción absoluta,
De todo auxilio sosegante,
De todo margen de cordura,
A cual aferrarse urgido
En insaciable llanto;

Libación de pesadumbre incorregible,
Congoja hiriente que comprimes el corazón,
Acaso solamente han fijado tus afectos,
Saetas de indecible dolor,
Premuras de incontenible angustia,
Blanco en la mansedumbre rasgada,
De mi pecho desahuciado e íngrimo,
Docilidad que devoran sin prisa,
Las horas que acompasadas danzan,
Entorno a esta incitación inagotable,
Deseo de cesación y condena;

Nuevamente  las estrellas,
Sin carácter novedoso alguno,
Asumen sus distancias acostumbradas,
Excluidas de cualquier detallar posible,
Enaltecidas en lo intocable,
Como bóveda secreta de un maleficio mayor,
Para condecorar mis hombros entumecidos,
Con fulgores de años que apagados,
Fueron esferas que cristalinas,
Se astillaron en espantosa manera,
Ennudeciendo los sentidos antes sueltos,
Desatando padecimientos inestimables;


Oh árida provocación de final,
Oh dulce descanso venidero,
Humedecidas las edificaciones,
Rebosantes en emociones desconocidas,
Atiborradas de luces y soledades,
Dotan de vulgar escenario,
Al revolotear insoportable de este tormento,
Manifestación inconfundible,
De ese anhelo que implica partida,
Ambición de abandonarlo todo,
Y ser cual la corriente negra,
Que desprovista de vida huye,
A envenenar el mar embravecido,
Lejos de la ciudad y su gente.


Fernando García M.

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