“Acechándome en el cuarto de invitados”
(Anexos y correcciones de plancha)
Debo vivir por piedad
A la muerte, que aburrida,
Desea un final entretenido;
Y en tanto, los ojos de los ojos,
Espejos son de aburares,
Hogueras en lentejuelas verdes,
Con puñados apretados,
De tiempo azul,
De pisadas esquivas;
De tiritantes anhelos,
Que sacuden engendrando,
Silabas, alientos e intocables;
Posesión ultima en los bolsillos,
De los trajes de aquellos difuntos,
Que al fallecer no fallecen,
Pues entregado han el corazón,
A linajes de piel, a limosnas de pareceres,
Que colocan intensiones en las cosas,
Que acontecen para atormentar,
Y brindar consuelo ante otras mayores;
Qué más magia
Exiges, belleza tuya,
Qué no encuentras en apuros,
Este descifrar lo que eres,
Al poseerte tan inocente,
De tal imán irresistible,
De pecado y provocación;
Ausencia de peregrinación,
No hay más sofocante y cercana,
Que la de tu perteneciente locura;
Necesaria, necesitada,
Y por demás en derroche.
Fernando García M.
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