domingo, 21 de febrero de 2016


“Frutos de cal y yeso”

(Tributan los difuntos a este Santo)

Este reglón va a decirlo,
Sin intentar mencionarlo;
Y así, de la entrevista con los muertos,
Me tienta un tesoro magro,
Como propiedad ciega,
Como necedad diestra;
Siluetas de plantas,
Con ramas cual marrones cabellos,
Lanzadas son por los autos,
A la velocidad que se pierden,
Sus faroles cobrizos y carmesíes,
Entre duros portones barnizados,
Y deshabitadas terrazas;

Hay imágenes en sus ojos,
Monumentos en sus desgracias,
Pobres y opacas debilitadamente,
Cual elegante novia fileña,
De moda en cinta rodada,
Luego de la crueldad de la guerra,
Que plenitud de espíritu,
No trajo a sus asiduos seguidores,
Y ruinas planto solemne,
En sus rostros sin ganas;
Faltos de aliento petitorio,
Parcos en alimento apetitoso; 

De la concertación con los fallecidos,
Solo olfatos caninos sedimentan,
Las avenidas de las opciones,
Ofrecidas en vacilaciones rápidas,
Encajadas por lo opuesto a la razón;
Por aquello que no estando bien,
Se multiplica y mofa desprendido,
Puliendo los bordes insalubres,
De eso que en vigía constante,
Lastima sin permitir reclamos;

Besos de la cruz sobre el templo,
Que succiona como tinta la noche,
En el neón de sus demandas,
De diversión, arrastres y educación;
Referente reflejo de la vida,
Sacudiendo los brazos,
Al batir las manos vacías,
Para abrigarles con ahínco,
En recepción de aspectos;
En aceptación de tropiezos,
Ondeando banderas emotivas,
De oleosos sueños impuros,
De extraños negativos translucidos,
Develados para desentender,
Lo que siendo han sido;
Astros que al marchar
Les ha dolido dejar atrás,
Madres, mujeres y amigos,
Navíos de lo imposible consagran,
Tumbando mundos enteros,
En la horizontalidad definitiva;
Para invitarse e invitarnos,
De tiempo en tiempo,
Al zarpar de sus reminiscencias,
Ciclando enemigos y carcajadas,
Donde flores marchitan,
Sobre la laca de las tapas;

Sombreros de conos coquetean,
Entre dilucidadas morisquetas,
División de gastados son sus enojos,
Pues de inútiles argumentos gozan,
Pagando calzados en jardines;
Urgiendo en mejoras solapadas,
Y estrictos lugares estipulados,
Para ocasiones y precisos,
Que profanan armados,
De lo intangible a la deriva;

Gárgaras son sus alaridos,
Sostenibles y soslayables,
En estrepitosas galerías
De lamentos enfilados,
En ese declive 
Que decide y deprime;
Posturas de vista y abstinencia,
Extralimitando facies,
Para ahondar en lo vigente;
Nombres son falsedades,
Caos en servicios lascivos,
Lesionantes cristales de polvo rojo,
Rincones palacios de sangre,
En labios que comparten llanto,
Deslizando por lo 
Negativamente admitido;
Mastican deforme música,
Lisiada por lo acontecido,
Ante sus eslabonadas melodías,
De sol y penumbra, de bruma y jauría;
Planeadas para ofrendarse en culto,
A los deberes de la luna
Que aguarda al último,
De aquellos innominados y nosotros,
Que redima a propia disposición,
El secreto de un millar infinito,
De oportunos e imprudencias;
Alma de fuego,
En tu luz y calor,
Salvación en fuga,
Originado ha, clases
De vicios agradables;
Pasiones solucionables en carne,
Comunicantes de perseverancia,
En el arte de los escondites,
Separando los extremos,
En irreconocibles lados;
Cofres de fin que han limpiado,
Para que sus duelos y victorias,
Trasladen estos trazos esbozantes,
Indiferenciando claramente,
Paraíso, juicio y averno;
Para que este reglón lo haya dicho,
Sin derrochar fe al mencionarlo.

Fernando García M.

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