“Escoge alguno y nómbrale”
Documental divino es de la historia;
A pulso se juegan los hombres,
La calidad de un algo deforme,
Que suele llamarse vida;
Pactos anhela y con colores,
Evocando siempre lo blanco,
Aunque en esto lo negro logre;
Naciones de estafa y pecado,
Que facilitan dóciles el cambio;
Consintiendo todo milagro,
El diablo puja en oferta.
Rojizos brazos agítense,
Dado lo personal, te extiendes,
Extenuación del ser fruslería,
Poblador a modo común;
En todos los medios posibles,
Que papel y retrato,
No signifiquen problema;
Limítense los resultados,
Difámese la intención;
Represión prima en tu máximo,
Aplicad reglas inútiles,
A la causa de nuestros desmayos.
De maíz y carne roja,
Traiga el placer insolente,
Desastrosas enfermedades;
Nombrecillo silvestre,
La prudencia tuerta explora,
Por direcciones y sentidos;
Hastiase de circular la energía,
Ingrata se entibia la sangre,
Cuando todo ha envejeciendo.
Siempre heridos graves,
Si se indaga por una exaltación,
Si se indaga por un motivo,
A semejanza se torna a lo mismo;
Delimitan el eólico croquis,
Sea aquella tierra libre,
De obligarse a cautiva;
Incertidumbre y pobreza;
No obstante debe prevalecer,
Cual tasación de lo merecido.
Reposando efímeramente,
Reconociéndose a su vez,
Como evento desafortunado;
El auto huye indolente,
Muere un hombre atropellado;
Cual resplandor refractado,
El pistón a fondo reclama,
La fuga se debe inminente;
Liba el metal abollado,
Siempre será responsable,
La impunidad del anonimato;
Esquinas engullen ruedas,
Mondadientes son los semáforos.
Reflexiona el pensador,
El mañana le depara,
Dicha e imperfección;
Lo débil puede en lo cómico,
Lo hábil en lo rudo,
Se explaya la saturación,
En la alabanza a sus intérpretes;
Debe hacerlo exclusivamente,
Desde sus más terribles secretos,
De allí ha de partir a las virtudes,
Que de su rol se pretendan;
Sea sabiduría o pureza,
Sea lascivia o amargura.
Aunque soy de buenos huesos;
Si pudiese remediarlo todo,
Debutaría por la esperanza,
Culminaría por la derrota;
Individual es la música tuya,
Aun al interpretar la misma melodía;
Séanse exclamaciones de amor,
O imprecaciones de desengaño;
Sin afán la organicidad,
Reposa la presencia del ausente,
En esculpida fecha acontecida,
Ansia de vivir, lapso estipulado.
La piel es el sello;
De cuál clima apetezca,
El blanco o nuboso cielo,
Al arribar el deceso,
En carrera buscare la alegría,
Pues feliz irme quiero,
Dueño en mi propia manera;
Vida eres el único recurso,
Para combatir a la muerte,
Y cuando llega la prueba,
Y cuando atisba el momento,
Sucumbes con vil silencio,
Vaste sola con toda la voluntad,
Y en ello falla la resistencia,
Entumeciéndose la carne,
En la negación paulatina,
De cuanto háyame sido;
Los calores que extinguen;
Visión vacía, escalofrío.
Aclaman con jerga guerreril,
Los postulados de los sabios,
Casta de encomiables farsantes;
Hele allí, espectáculo de controversia,
Detractores y opositores,
Lambiscones de los menos nocivos,
Acuden al oráculo de la piara,
Fango aquel del más fresco,
Opiniones avivadas por medios,
En lo tocante a los sentidos;
Cañerías desatan sus lamentos,
Agua hedionda sacuden las ratas,
Que al contacto provoca hongos;
El escozor marca la pauta,
Deséesele después toda mejoría,
Que optimo sea el mañana,
Distante de tal bullicio,
Donde gritando paz a la cara,
Se sabe nada y lo mismo;
El clero dándose al margen,
Que exigiese tales cosas,
Goza en promesa silente;
Desplácese la iglesia a plano segundo,
El pacto se debe el ser de hombre,
Cual vitrina de ambiciones turbulentas,
Cual enorme espejo que mostrar suele,
Aquellas malformaciones maquilladas,
Agonía de cuantos bailan y fallecen,
Malograr de tiempo en directrices,
Definiendo versátiles caminos,
Que no conducen ni condujeron;
Resulta a cabalidad todo,
Guiñapos animalescos,
Colmados en insufribles fauces,
Tildánse de consecuentes eruditos,
Adobando con maña de mala ralea,
El tema y sus hitos execrables,
Repitiendo a causa de costumbre,
Devoción y mágico raciocinio,
Cuanto han añadido, visto u oído;
Cual horda insustentable,
En la realidad del post conflicto.
Menos diestro se apetece;
Frenesí en desierto celo,
Endureciéndole vas los músculos,
Subyugándolos al descenso;
La media senda del arco erigido,
Bajando implica la cuesta,
Mucho en el escenario,
Poco en la intimidad;
Lo breve tiende a lo dilatorio,
Lo intenso a lo insensible;
De reverso en cada recital,
Adoleciéndoles ya el cuerpo,
Persisten en representar su juego;
Cuántos de ellos influenciados,
Por el sublimar de otras entidades,
Que en semejante mortalidad,
Hubieron vivido y hurtado,
Algo del suplicio cruel,
Que se sustenta en el anonimato,
En el pequeño éxito;
Cuanto se significa póstumo,
Siendo alma infatigable,
Sin reposo ninguno,
Invocada por toda repetición;
De Bernstein a Berlioz.
Para salvar los cuerpos,
Situanse equidistantes,
A los de condenación;
Un adorno delicioso,
Que bien puede servirse,
En cualquier tipo de plato,
Aderezada por supuesto,
Al interés del vulgo apetito,
Que a degustar disponga sentarse;
No con la ingenuidad aquella,
Esta vez resultara fascinante,
Embrujo será que traerá aromas,
De posibilidad alcanzable;
Las medias verdades erigen leyes;
El cetro por demás ofrecido,
En prenda de equal garantía,
Alienta la insolencia y el desenfreno,
Incentivando la abominable transformación,
De géneros, clases e industrias;
Por piezas podría venderse,
A vecinos y coterráneos.
Fernando García M.
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