martes, 23 de mayo de 2023

 

“Félix al monte”

(Namen de apellido)

Recuerdos me trae la sombra aquella,
Que al resplandecer sin motivo,
Evocar me hace aquel supuesto,
Adefesio de tantos saludos,
Sabrá dios por quién parido;

Cólera de tedio embelesado,
Ilustre de ignaro atavió,
Parco en insigne ovalo limpio,
Que increpado de las sienes,
Excusa su falta de gracia,
En la amplitud de su frente; 

Atascado en esa dicha,
De ser asiento vacío,
Fantasmal figura de horror,
Organiza actas y ejecuciones,
Saciando en deleite sus ojos,
Con piernas que entre tacones,
Sufren de amables su roce,
Prendado en dobles elogios; 

Oh zalamería de su tacto,
Que vacilante ensaliva,
Rumeando en dilatadas miradas,
Aquello que durar debería,
Un buenos días rutinario;
Complemento de escritorio en closet,
Resulta sin tanto apego,
Pues cuantas hojas serian,
Si se hablase de su ego;

Tan pequeño es el universo,
Donde su esperpento imponente,
Toma altura y se ensalza,
Que si detallase en la farsa,
Ya pudiera entreverse,
Como luce su aspecto,
Mezcolanza ufana,
De grotesco e imprudente;

A media calva el pobrecillo,
Caída lleva la vista,
En bifocales sin brillo,
Y a esto si percibe,
Una figura femenina,
Con cual destreza desgarra,
Las prendas que le cobijan;

La cortesía de una seña,
Haciendo venia en bienvenida,
La convierte pues en faena,
Ridiculez de mucho asombro,
Excusa de cordial instinto,
Mocear pruriginoso,
Que de intuitivo evidencia,
Aquel merodear morboso,
Que entre sus manos moldea,
Al saludar sudoroso;

Y es que pillo el malicioso,
Viste a integra figura,
Llevando pues puños almidonados,
Que acaso sabrá su mujer,
Aplica en tales empresas,
Intentos de un tipo nefasto,
Pues tanto que ruge y ruge,
No devora aquel leoncillo,
La más mínima presa;

Oh infausta tristeza,
Es contemplarle afanoso,
Cual sátiro de siete suelas,
Que en casa deja el decoro;

En su avidez de ser afable,
Se aparenta acogedor y libertino,
Portando mangas tres cuartos,
Cual si fuese un jovencillo,
Driles nunca le faltan,
Y emperchado a su cinto,
En ocasiones lleva galán,
El ataúd de sus amores,
Cajilla que ofrece resguardo,
A su óptica de aumento,
Que tanta visión le procura,
A los deseos de ese muerto,
Que arrea en holgados calzones,
De la cintura hacia abajo;

Las botas pues de sus pasos,
Quisiesen no caminarle,
Matojos de musgo plateado,
Surgen de parte y parte,
En la espesura donde se funde,
El culminar sus cejas,
Y es que son sus orejas,
Florero de tantos cabellos,
Que podría pensarse de cierto,
Le ha jugado sin gentileza,
El fluir de las hormonas,
Una agraviante sorpresa;

Pues allí donde carece,
En otros lados le sobra,
Lo cual sin duda adolece,
La extrañeza de su horma,
Perfil de asolado caudillo,
Prócer de aquel despacho,
Que le ha forjado asesino,
De horas enteras contando,
Papeles y pergaminos;

Oh cruel mocedad incauta,
Aparecer sueles sin remedio,
En la contradicción de tus picos,
Asomando pues tú avaricia,
En el declive de otros tantos,
Y en ello se estampa insigne,
Su carácter azaroso,
Pues pretendiéndose agradable,
Pasa por más que mañoso;

Y es que poco es mencionarle,
Cual jovial y caluroso,
Que esta fiera entre favores,
Busca su frutó gozoso,
Ya al entregar un folder,
Con las manías que son de su gusto,
Toca pues palmas y muñecas,
Pensándose cómodamente oculto,
En lo accidental e insignificante;

Ya una firma o hasta un sello,
Implica sin duda de ello,
Como mínimo el restregar grosero,
De esa trompa medio afeitada,
Que partida ostenta emperfumada,
Con aquella agua de marca,
Que de seguro fue obsequio,
Más que desquite parejo,
De alguna nuera endiablada,
Pues el aroma que despide,
No sutil y escandaloso,
Objeto le hace de repudio;

Luego a más de encimoso,
Impregna la mórbida fragancia,
De su encuentro repelente,
Mixtura de oficina y jaula,
De un pajarillo que no canta,
Por mas que fuese su flauta,
Interpretada por los labios,
De alguna íntima profana;

Oh penoso sazón tendríamos,
En formarle un ídolo propio,
Pues sé que muchos de vosotros,
Conocéis alguno que otro,
Que por los rasgos aquí puestos,
Siniestro representa,
Esta calaña infame,
De encorbatado facineroso;

Revoltijo nauseabundo,
Que busca más de su mundo,
Comiendo de reojo en reojo,
Cosillas que solo competen,
Al celo del cónyuge prójimo;

Oh impúdica verdad,
Abandona mis pupilas,
Desastrosa quimera ensoñada,
Que esta sombra redomada,
La reminiscencia acerca,
De tan desgarbado donjuán;

Zopenco de rancio corazón,
Que se dice ruiseñor,
Siendo cuervo de asco,
Patético impulso pelón,
De funcionario amangualado.

Fernando García M.

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