martes, 23 de mayo de 2023

 

“Exhibición cristalina”

(Semen y orina)
  
Escondido en el cubil,
De plásticos y vestigios,
Llamado al avaro prodigio,
De acatar la naturaleza,
Entiendo el momento perfecto,
Para deshacerme de la desazón,
Antes de ser poco menos, por supuesto,
Que un corazón inconexo,
Guiado por instintos bajos;
 
Es la era nueva,
Una droga peligrosa,
Una expresión pretenciosa,
En busca de lujo y amor,
En busca del cielo oscuro,
Que cae sobre los callejones,
Cuando la luna silva alto,
La forma como escapan las horas,
En tono despreciable y sin decoro;
 
He creído tanto en el romance,
Como la humanidad en su mayor temor,
Ocultando el alma allí adentro,
Donde el pecho sabe las balas,
Nunca de salva pervierten todo;
A veces el amanecer llega tarde,
En ocasiones temprano,
Luego el insomnio en ojeras,
Acusa la dignidad del hombre,
Como causa de algún desliz,
Perdición minúscula aún balanceada;
 
La señal que espástica arriba,
Miente en una verdad solicita;
Comprender con más tristeza que deleite,
El ocaso tembloroso que es la vida,
En esa bruma de plata,
En esa excusa barata,
De seguir por seguir sin revés,
Fiel a cualquier equivocación,
Aun cuando fuese demasiado grande,
Demasiado evidente;
De ningún modo forja sonrisas felices,
Igual tampoco ceños perpetuos,
Pero la facilidad de olvidar,
Siempre combina impaciente,
Con la culpa y su voz opaca;
 
Ya veo venir las consecuencias,
Ya descienden con esas palabras,
Que evito consignar textuales,
Por darle algo de misterio,
Al futuro avasallante, que inestable,
Conoce como impactar estrepitosamente,
En canto de ojos y líneas faciales;
Si fuese menos joven diría,
Que su extensión embargante,
Posee todo imperceptiblemente,
Pero la ingenuidad resulta tan transparente,
Que trasluce la congoja próxima,
Con su sello de despojo absoluto;
 
Encumbrado en mi cornisa,
Introduzco de tiento en este agüero,
Una placidez ligeramente lozana,
Un rosa que podría ser ilusión,
Para quebrarse en suspiros y apuros,
Agitación desvergonzada de espectador,
Que aprende no aprende nada,
Aquel que observa atento,
Mientras los demás anhelantes,
Dominan y rigen la tierra,
Hallando semillas de frutos,
Entre cadáveres secos;
 
La extrañeza para tal predicamento,
Resulta el mejor sentimiento, el más puro,
Fingirla es cuestión de enfermedad,
Asunto de cinismo inconfesable;
Sorpresas habitan todos los días,
Aceras y construcciones,
Montañas y valles baldíos,
Que desperdicio resulta entonces,
El entregarse a la desprevención,
Sin pasión y horror terrible,
Sin noción de engaño plausible,
En palmas y pupilas,
En ombligos y necedades;
 
El esmero a puerta cerrada,
Resiste su propio entusiasmo,
Las lágrimas recorren sus surcos,
Los puños sus nudillos rotos,
Madurando ideas desafiantes,
Consintiendo figuren tragedias,
De magnitudes animales,
Donde bestias y bestias,
Sostienen sus nombres
Más allá del anonimato,
Entre crujires y moretones,
Entre promesas y desengaños,
Que hacen pagano lo celestial,
Floreciendo también, en sórdidas desventuras,
Paraísos insospechados;
 
Un beso de paz refulgente,
Un lazo atado a la nuca,
Cabellos y cejas indelebles,
Argumentan batallas inútiles,
Que el tiempo salda callado,
Sin el escándalo de una vejez definitiva,
La debilidad y sus obstáculos,
Se renuevan diariamente, incesantes,
Aclarando inequívocamente,
Existen más ataúdes fuera,
Que ocultos en lapidas y panteones;
 
Oh cansancio del sexo,
Que solo el sexo vencer puede;
Si todo no se redujese,
A la respuesta que lo fisiológico,
Manifiesta ante la voluntad;
Si todo fuese menos voluble,
Y luego de aquella eyaculación,
Logrará recuperar mi pene.

Fernando García M.

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