“Depredador crepuscular”
(Las reglas anteriores son inútiles)
Odio las razas, los credos,
Los partidos políticos,
Sociedades son que limitan,
El instinto individual;
Aborrezco los gremios
unidos,
Que con solidaridad
lastimosa,
Buscan suplir
imposibilidades,
Al ensanchar autoestimas;
Odio a los que me miran,
Desde lejos con ojos de
extrañez,
Como si el mundo desgarbado,
No hubiese visto nunca,
A un animal mal herido,
Padecer en dos extremidades;
Como si renunciar no se
pudiese,
A la exoneración de la
culpa,
Cuando se es sorprendido,
Cometiendo un homicidio;
Sé que hay muchos como yo,
Pero igual les repudio,
Ajeno me es el ser
permisivo,
Cuando se trata de
indulgencias;
Luego, no anhelo caminar en
tríos,
No deseo conversaciones
frívolas,
En las que reír deba
gustoso,
Sofocado por la impura
decencia;
No ansió tocar a la puerta,
Y conquistar con flores
vistosas,
Ni calmar la furia
inflamada,
De mi voz y ahumada
garganta,
Con cremosos sabores fríos;
Ambiciono evadir cualquier
estado,
Desafiando convites y
almanaques,
Evitando el ser un
porcentaje más,
De esa nada que se escurre,
Renuente por las calles;
Solitaria ha sido siempre,
Mi arrogante juventud,
Tampoco añoro entonces,
Amordazado por la vejez,
Atestiguar como se pierde,
El brío de esta carne
ingrata,
Rodeado de falsas siluetas,
Que tibias rehúyan pasivas,
De la naturaleza envilecida,
Que innata habita lo humano.
Fernando García M.