miércoles, 5 de agosto de 2015


“Masacrar a una mujer”

(Demasiado dice de sus inicios)

Voy a apedrearte de nuevo,
He de golpearte otra vez,
Que la ley así lo dicta,
Y como señor estoy,
En mi justo derecho;

Sabrán estas palmas,
Y la nobleza de ese rostro,
La fuerza con que he de sacudir,
Todo súcubo que impropio,
Habite en aquel incierto,
Silencio que solía tu cuerpo,
Delicado en lo desnudo;

Descarado ángel fuiste,
Luminoso en amplia esperanza;
Tomare la roca más grande,
Y abusando de este ya menguado,
Vigor que temprano anochece,
Mal herido y tachonado,
He de saldar la terrible afrenta,
De aquel nombre mencionado,
En equivoca exhalación,
De encumbrado deleite;

Concédeme pues oh Altísimo,
La magnitud que hubo en Sansón,
Que con reposados bríos,
Cauto encontró resarcimiento,
De aquellos que le engañaron,
Pues larga es esta ceguera,
Que atavíame el alma henchida,
Cual renacida melena,
De puro dolor y traición;

Protagonizando la muchedumbre,
Llora el celoso marido;
Jehová le ha dado el poder,
De vencer lo impuro.


Fernando García M.

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