martes, 14 de julio de 2015


“Grave Zajarí”

(Asestado al miedo)

Oh tigrillo temible,
Solitario modelo homosexual,
De bandana vístete el pene,
Haciéndote más felino,
Dándote a aquel elefante;

Cuántos pequeños afeminados,
Sustentaron sus pueriles retos,
Con aquella sombra pederasta,
De la buena nutrición;

Desbaratando a mi mar, el agua,
Salpica alta en el bote;
Vaya chapuzón Sileno,
Vaya sonrisa reciclable,
Vaya todo, natación prohibida:

¡Mira, son animados!


Fernando García M.
“Seguimos pensando que todo cuenta”

(De lujo en modelo cristiano)

Allí le he visto,
En las cuencas de aquella armonía,
En la alegría de su celo;
Desgarbada es la esperanza,
Penosa su desvergüenza;

Oh fama indeseable,
Anuncio de aura terrible,
Que sean cortas las bocas,
Que extenderse puedan
En innoble deshonra;
Padre de toda calamidad,
Resulta el rumor desencadenante;

Pérfido traidor,
Eres éxito voluble,
Pérfido traidor confiable,
Engendrando rencor y desosiego,
Muro sobre muro,
Derribas templos y fe;

Dinero que inútil eres,
A los ojos del inmortal espíritu,
Sea riqueza en penitencias,
Cuanto vislumbre el nuevo nacimiento,
Sea pobreza en aciertos,
El mejor de los caminos.


Fernando García M.

“Oh vacilación elemental”

(Zozobra de muerte)

Aquí está la duda,
Expuesta para ser acusada,
Aquí, donde no existe al ser leído,
Pues podríase cualquier parte;

Ahora está la duda,
Dispuesta a ser desmantelada,
Ahora, cuando eterno el tiempo,
Desafía el anhelo de horas y ojos;

Por allí, distante y próxima,
Por allí, pasada y siempre presente,
Escapa a embelesarse de nuevo,
Cautiva en su desenvuelto encanto,
Siendo señuelo y acertijo,
Paso equivoco y acertado,
De la razón deleble.


Fernando García M.

“Fracaso étnico”

(Pobres hermanos mayores)

Mujer desmembrada,
A dónde fue a parar tu alma;
Desmembrada mujer,
Dónde tu fertilidad;

Tierra que has sido divida,
Sometida en crudo azar,
Son tus colores diversos,
Temores e incertidumbres,
Dolores y encantos,
La causa de tu olvido;

El mundo que se yergue,
Deambula en aquellas formas,
Que siendo tuyas algún día,
Promesa de pertenencia te hacían,
Antes de que naciera la muerte;

Mujer desmembrada,
Donde mengua aquel hálito,
Trucadas bestias se engendran;
Solípedos montaron previamente,
Hoy enormes industrias;


Desmembrada mujer,
Los ocasos se recogen,
Tramando albas por venir;
También minúsculos organismos,
Suponiendo defectuosas habilidades,
Inoculan e interfieren;

Tierra que has sido desterrada,
A la dilación del sufrimiento,
Aquellos ancestrales guardianes,
No consiguieron evitarlo.

Fernando García M.


“Lo recuerdo difusamente”

(Creo que no alcance a verlo)



Algún día hubo un comercial,
Donde las Fuerzas Armadas,
Saludaban al campesinado;

Proclamándose manos laboriosas,

Por el progreso del campo,
Aparejaban sombrero y casco.



Fernando García M.



“A que juegan las niñas”

(Santos lamiendo un clítoris)

A que juegan las niñas,
Conceden ellas un símbolo,
Haciéndole pasar por voluntad,
Al padre absoluto de leyes y loas;

Atentos todos,
El misterio esta por revelarse;
Atascada la ansiedad,
En un titular de culpas,
Ahora cuando sentadas,
Estén cual largas a las mesas,
Condicionaran el progreso,
Pidiendo sus dulces muñecas;

Hilos crudos,
De templado algodón;


Entiendo las unas son buenas,
Supongo las otras malas son,
Salto de intento en carrera,
A la paz tan anhelada,
De las almas que se marchan,
Mientras en saliva se cimenta,
Una página quimera;

Traed al sastre mayor,
Buscad su tijera más grande;
Descocidos son los miembros,
Tornando hielo al calor,
Cual relleno que se sale,
Por espantapájaros mapaches;

Las Farc entregaron al Alzate,
El proceso continua,
Estamos haciéndolo a lo grande;

Vaya que memorias,
Todos fuimos jóvenes.

Fernando García M.



“Mapiripán“

(A 17 años, solo recortes)

Mocha cabezas,
Mocha cabezas,
Comó ganaste tu nombre;
Aquellas bajas aún sostienen,
Hogares faltos de alivio;

Reconocer los errores,
De cara a esa nación que olvida,
Le asegura pan a su vientre,
Y sueño a su cabellera oscura;

Al dormir las luces que caen,
Doblan capas de condena,
Sobre la ambición de incriminarse,
Mohosas décadas que se adhieren,
Sobre las paredes de a par; 

Mocha cabezas,
Mocha cabezas,
Menester es de tus hechos,
Dar sustento bendecido,
A humildes hacedores de lapidas;

La voz telefónica desde fuera,
Desde ladina distancia admite,
Declarándose imperiosa responsable;
En temple de jefe máximo,
Abandonándote sin beneficio alguno,
Protagonismo o relevancia;

Aquella pena que se consume,
Siguiendo su jerarquía,
También acorta su estancia,
Acogiéndose resignada,
Para que no figure tu nombre,
En titular ninguno,
Que pudiese postrarse,
En primera plana;

Con Serifa, tipo oración,
Ignorada es tu plegaria.

Fernando García M.

“Paja pican ellas”

(Ignoran si están ya prontas)

Su representación sublime,
Su acostumbrado sonido,
Ciclándose en tal sentido,
La pasión recorre su senda;
Pieza ligera, demasiado corta,
Disfrutan los sexos danzantes;

Vida que llegas y escapas,
Recíbeme con todo cariño,
Los ojos que hoy se miran,
Quizás luego no lo hagan;
Divagación extraordinaria,
Se confiesa sin decirlo;

Apuntando al cielo se acerca,
Trasluce cual equivocación,
Que lo correcto sea inválido,
Y lo desvalido peor;

Hombre que siempre desistes,
Triunfas al darte por vencido.

Fernando García M.

viernes, 10 de julio de 2015


“La madurez del proceso”
  
(Tapiz verde canario)

Catapultas de sonidos y cuerpos, dan el color de su oscilante dicha, la cual emprende decidido él sin ropajes, exhalando voluntad de musculo político en segundo aire. Disposiciones de heridas y recuerdos, reposan en pronósticos sin deleite; Deseando seriedad se aproximan unilaterales, terribles en la claridad de su historia, negociaciones que presencia en dilación indigna, desatando perspectivas críticas que a nadie importan:

“Desde el catalogo humedecido,
Lo vitalicio intenta acelerar su entorno;
Perdido, Robert Allen”

Calzados cual ratones furiosos, hambrientos de pies y cemento son sus pasos; Devoluciones monetarias en sueldo inconsistente, de a común camina la vida. Esperanzas son sus días, sus noches de miedo, rehuyendo a cualquier plebiscito que le haga culpable de tiempo. Sinceridad es su falta de fe en cuanto sea prospero, se agita del todo malo batiendo en negación su preocupada frente, demostrando desprecio ante fatalidades televisadas:

“Mago del abandono perverso,
Santigua la depravación de las instituciones;
Esquivo, Robert Allen”

Caricaturas abundan sus ojos y oídos, explicándose con argumentos torcidos, los cambios de las lunas que no duerme separando el tedio, despedazando las formas siniestras que le arrojan en asientos traseros. Alacrán quisquilloso es el humor de su facie, después será siempre el llanto una excusa; Revolcando infinidad de emotividades tristes escoge su tema vespertino, la plusvalía de un animal muerto en compasión con las flores de acrílico, fabulillas de despejes e impunidades:

“Calendario de obranza escasa,
La posibilidad de la paz le constipa;
Opuesto, Robert Allen”


Vestigios violetas destila su contemplar atónito, lo influenciable le apetece la mayor de las veces cual si fuese predecible, desprendibles de incertidumbre para guardar en los bolsillos. Fanático engendra sinónimo de superfluo en los orillos de su convicción suprema, criterios posee para cualquier asunto, difiriendo su expresión hasta apuntes que nada concluyen, ahormando irresoluto opiniones varias sobre su gusto inconfesable:

“Ansiedad le inspiran las fechas,
Itinerarios de la agenda estancada;
Inexacto, Robert Allen”

Reflexiones en picada desploma el canje que le asiste, lo indigno es su más indeleble insistencia, al comprender lo nocivo de la calma previa. Suelto nuevamente deambula su extraordinaria improvisación, creyéndose neófito del destino que accidentado la realidad le ofrenda, febriles atmósferas que aspira en promesa de cautivo. Superando su aplicación el tedio de las faenas repetitivas, le somete en fervor e indefensión, sospechando un conocimiento jamás visto, en copas parcialmente llenas:

“Con sed infatigable de lo elemental,
Existencias semejantes le acompañan;
Masificado y optimista,
Envejece, Robert Allen”

Fernando García M.


miércoles, 8 de julio de 2015


“La sátira en la libertad de expresión”

(Plasticidad que nada transmite)

“Cuál es el valor de los versos,
Cuál es realmente su importancia,
En la soltura del lenguaje”

En un mundo donde los avances de la erudición humana, disponen ampliamente la facilidad de expresarse a rebosar de medida, concediendo a particulares y anónimos la autonomía práctica de decir lo que se desea sin mayor vacilación o temor; porqué debe prohibirse el ser mordaz en modo alguno, porqué debe violentar el escrúpulo cuanto pueda resaltarse con una u otra intención.

“Cuál es el sentir de las teclas,
Ahora ya no lubricadas,
Por aceites y tintas”

Fundamental derecho es el ingenio a los hijos de la tierra, y en el debe existir también la sátira, recurso sutil o sobrecargado que acorde a la acentuación requerida, goza de facultad suficiente como para manifestarse hasta rayar lo inadmisible, hasta lograr el absurdo exacerbado, e inclusive, provocar con vanas imitaciones de precaria calidad, cual evidente transcripción de ancestrales sarcasmos ya esbozados, cual singularidad genial que evoca en contadas ocasiones, el espíritu que con alusiones representa aquellos elementos encriptados en el carácter antropomórfico; Virtudes y desperfectos que ascendiendo a lo sublimable alcanzan posteridad indeleble entre desprecios y adopciones. Precisamente por ello, es que en una sociedad donde abundan en demasía picos, silbidos y fauces, declarando en magnéticas emisiones desde lo trivial hasta lo trágico, desde lo sacro hasta lo pagano valiéndose de magnitud y frecuencia, los reflejos tienen la obligación de llamarse rostros, así como los rostros tienen el compromiso de hacerse pasar por sombras, relieves en todo caso de inteligibles que en esa mascarada constante denominada vida colectiva, se desplazan sobre los crepusculares carriles de la vejez, evadiendo la inevitable suerte de lo demacrado, indefensión que incumbe expresamente al objeto de la palabra sentida, bajo el cual es imperativo a veces, atender a lo morboso, a lo desacertado, a lo incómodo y desagradable, como muestra de la repulsión plausible que reciproca nos otorgamos los unos a los otros.


“Cuál es aquella substancia,
Que nutre la cadencia del verbo,
Entre fantasmas de silicio,
Y artesanos del discurso”

Entenderse debe bien la complicidad del homenaje; Son celebraciones muy cortas aquellas que desgarran la certeza, envolviendo aún en dolor, la consecución de algo que pueda ser interpretado. El discernimiento de cualquier contexto contrario, de cualquier contexto a favor, acarrea siempre reproche de parte y parte, censura inclusive, como si se debiese evitar aquello que no nos agrada, renunciando en irreconciliable forma al “aun cuando a uno regocije”, expresión que en su practicidad encierra el credo absoluto del lenguaje, propósito más interior que pueda atribuirse a representación alguna posible. Entonces, porqué debe ser inherente el que sea de nuestra aprobación, porqué el que nos caracterice como imaginamos ser realmente; También en algún momento hemos recorrido las orillas de lo ponzoñoso aun al bordear el océano del perdón más humilde.


“Qué informa la coma,
Más allá del básico ejercicio,
De la apelación escrita;
Acaso logra lastimar,
Permitiendo le discriminen,
Acaso discriminar
Permitiendo le hieran
Sensiblemente”

Bien puede todo lo humano, disponer de tegumentos y opiniones. La flema del criterio propio usualmente, cree capaz el moderarse en sentido que sea agasajo la identidad de la escogencia asumida, concibiendo a un tiempo consideración y mezquindad, al dar lugar al rechazo de cuanto torture o sea punible en aquella esfera de lo moral e íntimo; en aquella píldora sediciosa de lo que se acepta se diga, del nombre que benevolente la sociedad nos ha asignado: Inocencia, cuando símil es también la procura de nuestros celos e intenciones; Vergüenza, al ignorar la certidumbre que poseemos del vicio ajeno. Decididamente irresponsable es la separación de cuanto sea escaso en prudencia, experimentados en ridículo y empache en sabia comunión hemos comprendido, que en ocasiones el ser a cabalidad rectos, nos tergiversa en mecanismos excluyentes, alevosas formas en que suele ostentarse la inmundicia de lo intachable.

“Libertad para decir lo que se quiera,
Aún estando equivocado”.

Fernando García M.