viernes, 29 de julio de 2016

“Un minuto de silencio”

(Soltando el control al cambiar de canal)
                                                                                                          
Habrás escuchado del atentado,
La opinión mediática afirma,
Sonó inadecuado e irresistible,
Para una mañana nublada;
Y es que el martes es un mal día,
Para tomar fotografías casuales,
Luego salen cosas espantosas,
A todo color y sin censura,
Destrozos de vehículos afectados,
En fragmentos de confusión;

Sin embargo, aquellos que aún posean,
Intactas sus membranas acústicas,
Percibir podrán sus voces,
Afirmando es este un país libre,
Encantador y contrastado;
Democrático en todo caso,
Para que esos que lo niegan,
Se acerquen con cuidado,
Mal disfrazados en su sigilo,
Y sin mucho inconveniente,
En una intersección cualquiera,
Sitúen aquel artefacto nuevo,
Que genere instantáneamente,
Chispazos, humo y alboroto;

Entonces, los medios señalan,
Intuyen equivocándose,
Culpabilizan y estigmatizan,
Exhibiendo ángulos de portada,
Relatan los sabuesos competentes,
Fueron distraídos acertadamente,
Rastreando pistas adrede;
Cientos de kilos en explosivos,
En distantes localidades sugeridas,
Para que ensañaran sus habilidades,
En un ficticio golpe a la insurgencia;
Inmisericorde cáncer suburbano,
Que enterándose subestimado,
Aprovechó el torpe despliegue,
Para dar cabida a un lance bélico,
No tan acostumbrado de hecho,
En su desvergüenza revolucionaria;

El rostro del diplomático,
Chapado en esquirlas rojas,
Con pasos de mirar aturdido,
Envuelto en cinco, quizás tres,
Corbatas con automáticas de cargador,
Abriéndose camino va confuso;
Desenfundando al aire cañones,
Al indagar ante la carencia de apoyo,
Por parte de móviles estatales,
El favor de algún amarillo,
Que pueda trasladarle fuera,
Sin pormenorizar en la dimensión,
De tan traumática situación;
Cuestión de por sí bastante improbable,
En la cultura que insigne engalanan,
Siendo guardias de contrato,
Al preservar a toda costa,
La integridad de dignatarios,
Ladrones y personalidades;

No obstante,
No debe tomarse en serio,
El hecho no disimulable,
De que se enmarque políticamente,
La conciliación con la subversión,
En un absurdo irremediable,
Bordado en impunidad risible;
Pues ya sea dicho horas antes,
O quizás dentro de una década,
Podría acontecer un día de estos,
Sin necesidad de espacios radiales,
Frente a nuestras viviendas comunes,
De pronto al cruzar la calle,
En la rutina habitual de lo temprano,
Una detonación que haga reconocible,
El valor de la vida malograda,
Ante un acto reprochable;
Ante un olvido más para la lista,
Ante una casualidad parecida,
A un filme de acción extranjero,
Que a diferencia contextualizada,
No goce de héroes infalibles,
Con testosterona en los dientes,
Y acero en los nervios;

Sin duda, indiscutiblemente,
Es asunto de suerte y minutos,
El trascender de espectador,
A victima desvalida,
En circunstancias similares,
Sabiendo previamente,
Y sin derecho a reclamos,
Tal vez la administración en turno,
No detalle en gastos e indemnizaciones,
Pues las casualidades acontecen,
Sean malas o peores las coincidencias,
Todo sin que sepa el estado,
Dar compensaciones equiparables;

Indiscutiblemente, sin duda,
Considerar lazos afectivos,
En un ambiente como este,
No resulta nada difícil;
Pienso, si fuese cónyuge,
Paternidad o descendencia,
Lo que calamidad encontrara,
En un hecho de esta índole,
Reaccionar violentamente,
Sería lo más comprensible,
Pues nadie anhela en absoluto,
Alguno de los suyos sea,
Vulnerado en tal forma infame;

Concluyendo así,
Sin mucha inteligencia,
También es cuestión de tiempo,
De azar en destino ineludible,
El desplazarse por allí suelto,
Con ansias de cometer un homicidio,
Con ganas de acabar con alguno,
Ante la falta de respuestas;
Ante la especial sensibilidad,
Que en comunión hemos fomentado,
Como coterráneas conciencias,
Frente a la crueldad de los atropellos;
Apartes para estas fechas,
De magnitudes insospechadas,
Tanto para el vulgo en general,
Como para la autoridad consagrada;

Por supuesto, los números sirven;
Primero creían eran tres,
Luego destacan tan solo dos,
Son los desafortunados fallecidos,
Pues el conductor del masivo,
Catalogado como participe inmolado,
Y el ex-funcionario agasajado,
De tal festín desalmado,
Se han librado por segundos,
Del más nefasto final;

¿Pero quienes eran,
El dúo de cuerpos consumados?

No importa realmente,
Si lo relevante llega al punto,
Y el objetivo está a salvo,
Con zumbidos en las orejas,
Con proyecciones inconsistentes,
Viajando de delante hacia atrás;
Con peculiaridades íntimas,
Para que la vida decidida continúe,
Andando en sus horas mañosas,
Por la voluntad de dios que permite,
En la marea de tanta incertidumbre,
Quizá la justicia arribe cristalizada,
En la verdad de un folder rotulado;
En algún oasis cuántico,
De ilustre corte oficinesco,
Dentro de unos cuantos años,
Cuando sean las hoy frescas pruebas,
Cicatrices en la memoria colectiva;

Definitivamente, sin embargo,
No dejaran sus lenguas quietas,
Por un lapso equivalente,
Al respeto del duelo foráneo;
Ya saldrá a colación,
La divina percepción,
Del ex-presidente partidario,
Aludiendo aún existen cavernícolas,
En la nación del plomo y la pólvora;
Omitiendo tal vez los picapiedras,
Apoyaron su candidatura,
En alguno de sus ciclos maculados,
Cimentados en sin argumentos,
Inconclusos y aún vigentes;

Pero adelante, un poco mas
Hay que hablar sin tardanza;
Luego la mascota locutora,
Replicando fue “vice” y acólito,
Dara por hecho la autoría,
De tanta bajeza mercenaria,
Es de algún frente en particular,
Mientras los autores reales,
Siguen durmiendo placidos,
En silvestres hamacas,
En lujosas camas de seda,
Ingiriendo guineo serrano,
O la dorada cajita feliz;

Pero adelante, más un poco,
Hay que hablar sin asidero;
Las frecuencias no se hacen esperar,
Emiten sus segmentos informativos,
Murmurando responsables,
Para cuando se sepa algo;
Tal vez, algún autentico indicio,
Alardeen lo dijeron desde el principio,
Palmeándose regocijadas las espaldas,
Con mucho más rubor en las mejillas,
Que objetividad y certeza informativa,
Al desentonar con falsa alegría,
Proyectando un futuro mejor,
Para una bandera deshonrada;

Vaya que mala noticia,
Justo había un clásico deportivo;
Qué dirá el jurado internacional,
Cuántos tantos anotara,
El traumatizado equipo local,
Si casualmente el artefacto,
Hechizo o importado,
Usado también ha sido,
Por sus fuerzas rebeldes;

Supremo es el progreso,
La tecnología ha avanzado,
C4 del tamaño de un disco compacto;
Es ese el muy delicado detalle,
Que realza la pericia periodística,
Al preguntarse frívola,
Sin temor a evocar fastidio,
Que tipo de música disfrutaban,
Cuando el tipejo camuflado,
De pseudo-informal comerciante,
Atravesó para adherir el imán,
Como nunca nadie sospecho,
Pues el rebusque y sus acrobacias,
Son eventualidades que a menudo,
Se dan en un país como el nuestro;

Es en abundancia factible,
El artista y género de la canción,
Que infortunada tal tragedia tuvo,
Como improvisada banda sonora,
Pueda leerse en alguna separata,
De aquellas revistas insulsas,
Repletas de caras bonitas,
Destacando el valor de los mártires,
Estimulando el orgullo patrio,
Corroborando lo ya divulgado;
La guerra fatal debe culminar,
La posición de las altas cumbres,
Inflexible debe ser en extremo,
Con látigo en mano y actitud regia;

Con algo infantil y pobre,
Llamado ilusión plebiscitaria,
De lo cual los heridos en decena,
No han de oír con mucha fidelidad,
No tan nítidamente, casi al igual,
Que todos en el territorio soberano;
Pero ellos en específico,
Al menos con un defecto meritorio,
Que les excuse sobremanera,
Pues por tal acción insurgente,
Laceraron la fragilidad minúscula,
De sus inocentes tímpanos;
Victimas en condición fortuita,
De pasajeros cotidianos,
De vecinos aterrados,
De población escandalizada,
Por un algo que por allá lejos,
En televisión es retransmitido;

Terrorismo infame,
En titulares con viñetas,
En voces y bocas carmines,
En la mirada de esos desechables,
Que no elaboran mínima idea,
De lo que se suscita alarmante,
En cobertura especulativa,
Desmenuzado primorosamente,
Para la audiencia que más consume;

Infame terrorismo,
Algunos puede demanden,
Al testicular gobierno sentado;
Sin embargo, porqué no asumirlo,
Seria hermoso ver al estado,
Desagraviando con dinero,
Algo de lo provocado,
Por esta partida cruenta,
Que sacando bien la cuenta,
Nos significa millones;

Pero basta ya,
Que no todo es material;
Dónde ha quedado el espíritu,
Dónde la mentalidad del pueblo,
Manojo de desafortunados,
Que deambulando en el medio,
Sortean inhumanos eventos,
Faenas de tolerancia suicida,
Cadenas de irrespeto callado,
Que sin remembrar de a mucho,
Decir nunca es demasiado;
Pues como nativos de este suelo,
Hemos descubierto sucesos,
De características más terribles,
Perpetrados bajo el azul del cielo,
E igual siendo cómplices,
Escaso hemos comentado,
Dejando la responsabilidad,
Del describir los pormenores,
A esos sacos de diseñador,
Que usando lentes de contacto,
Se aplican delineador, sombras,
Y redundante base cosmética,
Para mermar el alcance penoso,
De acontecimientos acaecidos,
Entre agravantes de la misma especie;

A todo esto, sin salirnos del tema,
Y retornando a las cifras negras,
Ya se logra ver sus mustias pupilas,
Su pantalón bien planchado,
Su ceño sobrio y compadecido,
De soberano mandatario,
Adornado en galas ligeras,
Con algo de botox en los parpados;
Embistiendo sutil y memorable,
El adusto ataque de las cámaras,
Apaciguando débil y desdeñable,
Sus televisadas curiosidades paganas,
Al ofrecer jugosas recompensas,
Al incentivar ambiguos soplones,
Abriendo la excelsa puja,
En esta subasta de sangre,
Donde ni por error existe un alto,
Pues nunca es suficiente,
De cadáveres y viudas;

Que espectáculo ha de ser,
Circense y embriagado,
Más para aquellos miserables,
Que lo presenciaremos editado,
Con el himno devaluado,
Interrumpiendo la novela;
Diablos, que tanto habla,
Es feo adentrarse en la estela,
Del conflicto del cual vívido,
Comunes y sin porvenir,
Conocemos tan precariamente;

Pero que va, franja intelectual,
Más allá de lo macabro,
Siempre habrá entretenimiento;
Descarado ha de señalar enfático,
Ya se tienen algunos prospectos,
Diletante dirá mentalizado,
Foco primario, foco segundo,
Espantando quizás cualquier símbolo,
Que le acerque a su campaña;
Digamos, pollitos enjaulados,
En cascaras de porcelana,
Imagen de un ahora enemigo,
En el plano de las inclinaciones,
En el solemne ámbito nocivo,
De las banderillas partidarias,
Pues es esta corrida despiadada,
La del matador más osado;

Bueno, ni para tanto,
Aunque fijándose atentamente,
En los retratos de los próceres,
Observar se puede con franqueza,
El encumbrar en belleza elegante,
De sus ecuestres posees taurinas;
Con botas altas hasta la rodilla
Con vistosas charreteras insignes,
Con relieves de braguetas apretadas,
Para conservar el dulce pudor;
Si supieran que en tanta inhibición,
En últimas poco transformaron el asunto,
Pues se siguen contando difuntos,
E insuficientes resultan las manos;

Pero ya basta, abundante es,
De recalcar en temáticas crudas;
Esperemos con fe inagotable,
Los chicos de chalecos verdes,
Los electos señores de chalina,
Los actores del teatro en vivo de siete,
Despunten datos que no sepamos,
Revelen algo en concreto,
Para casi retener en el cráneo,
Antes de caer lacrando pestañas,
Al dormir en mitad tormentosa,
De este incauto sueño volátil,
Que violento se enmarca inútil,
En soterrado esfuerzo zocato,
Y estúpida pujanza aguada;

¿Cómo dices que se llamaban;
Si, los fallecidos en el incidente?

Por supuesto, no lo sabríamos,
Trascurrieron inadvertidos,
Tan rauda fue la velocidad,
Que tras la pauta tuvo su nota,
Que tiempo competente no hubo,
De recordar a cabalidad sus nombres;
Al menos, sus lapidas lo harán,
Podríamos ojearlos completos,
En una que otra ocasión triste,
Si supiésemos se ubican en donde.

Fernando García M.