“Toma 1”
Un ataúd húmedo,
Ha llegado a la
playa,
Después de navegar
perdido,
Por los difusos océanos,
De la aguda desesperación;
Muerta, viva o
dormitando,
Sin carta de
navegación alguna,
Tropezó disímil la
costa,
Bajo una luna
llena;
Al encallar su
caja mortuoria,
Despertó
atemorizada,
Del mundo
circundante,
De la pesadez de aquella cola,
Que escamosa e irritada,
Abandonó en su
entereza,
De cadáver tullido,
Tieso y acinético;
Si, es cierto,
Las sirenas
tienen cementerios,
En la profundidad del mar,
En su verde azul encantador,
Con velorios de esperma fría,
Y defunciones trágicas,
Incoherentes e inauditas,
Como la de ella;
Acuática dama
sensual,
Que cubierta en chal negro,
Retornó a la
vida convertida,
En rito de escamas saladas,
Para destrozar navíos peregrinos;
Para asesinar ebrios y prostitutas,
En oscuros rincones miserables,
Al merodear puertos tenues,
Con siniestra melancolía;
Cuando al rayar media la noche,
Se escuchan agónicos gritos,
De ingenuas victimas
atroces,
Que degustando van álgicas,
Su pasión pérfida;
Luego, así reside el
fragmento,
De esta abominación ridícula;
Farsa mal
fraguada,
Seudo-guión lírico,
Que emular intenta,
El aura típico y maloliente,
De una cinta
de terror gringa,
Pos-excesiva e insultante,
Vulgar de toda manera;
Excusa de taquilla,
Si se prefiere, de finales
De los
ochenta;
Ustedes le han
visto,
Toma uno:
"El misterio de la Zombirena"
Fernando García
M.