sábado, 4 de junio de 2016

“Hasta el vació abordaje”

(No necesita genialidad lo puramente vívido)

He extraviado las razones,
Delante de tantos testigos,
He agotado las opciones,
Intentando tales desatinos;
Sin esfuerzo alguno,
Grácil, indefensa e inexorable,
La musa ha encontrado, 
Estos restos de inspiracion,
Donde siempre estuve,
Donde siempre estuvo;
Conocida en la soledad remota,
Previa en la fugacidad
De otra ocasión;

Refiriendo hallazgos,
La anterior cordura,
De esta carne malograda, 
Plana y poco inflamable;
Desprovista ha sido, 
De pensamiento ninguno,
Que no surja pleno,
Del anhelo agitado,
Que navega errante,
Entre gamuzadas mareas,
De elongado calzado femenino;
Salpicando cerrado frió redundante,
Entre elevadas edificaciones mudas,
Donde insomnes ojos cafés,
A pupilas amplias pronuncian,
Sonrisas ininteligibles 
De libertad dulce;

La casualidad fascinante,
Obliga a la abstracción,
Intentando ocultar verdades,
De un modo distinto,
De una manera alterna,
En la que esconder las emociones,
No implique aura pérfida;
Logrando la exactitud simple,
De alcanzar el entendimiento,
Sin necesidad de pretextos,
Que rebullen inferior a la piel;

He colmado esta paciencia,
Con tiempo de grises nubes,
Merodeando esquinas texturizadas,
Que solo contemplo a parpados adheridos,
Con profundos respiros silentes;
Si he sido hombre de comas,
Solía olvidarlo hasta 
La impresión deliciosa,
De picaras miradas escapando,
Desde ubicaciones sin nombre,
Para la orientación 
De esta consciencia torpe,
Más allá de muletillas;
Dirigiéndose a la ausencia,
De la funcionalidad neutra,
De las palabras que se repiten,
Para reforzar la afirmación
De lo espontáneo;

Cual agotadoras cintas audiovisuales,
Cuya única finalidad definitiva,
Aparte de lo comercialmente obvio;
Es el aunar momentos,
De desoladas almas ansiosas,
Humedecidas por heladas gotas,
Que compartidas son por multitudes,
Ocupadas, atormentadas, 
Persistentes y armónicas;
En vidas que ignoran existen vidas,
Con accesorios de suave pelaje artificial,
Que acarician sutilemente,
La lozanía provocativa,
De calatos cuellos desiertos;
De cálidos suspiros,
Que alertan impenetrables rostros,
Para que en blandas expresiones,
Se conviertan ante la solicitud,
De que más rudeza tomen;

Decenas de habitantes,
Espían el encanto de lo incierto,
En ideas atadas por punzantes tacones,
Que portan laxos pálpitos,
Capaces de considerar,
La negrura de la tinta,
Que sutilmente los describe,
Cual degustable bondad sensible;

Decenas de transeúntes efímeros,
Presencian el marchar del ocaso,
Al enlazarse brazos y atracción,
En siluetas que se imitan,
Apresuradamente amarillas,
Con números de recorrida distancia, 
Lógica en la carencia de vínculo;
Con la fuerza incohercible,
Que condensa la inmovilidad,
De maquinas enfiladas en afán de arribo,
Cual complacido despertar entredormido,
En la resaca de las voces,
Que el silencio alcanzan,
Exponiendo cómodamente,
Lo interno e inmaterial;

Por supuesto no despuès, 
Al desenvolver curioso,
Del gusto necio de pescar,
Con la pelvis robustecida,
Pasajeros, faroles y conductores;
Fabricando la ilusión inverosímil,
De abrigar la esencia que rima,
En la agobiante desesperanza colérica,
De públicos recintos reducidos,
Que en emisiones secretas, 
Engendran justificantes artefactos dorados,
Seguros, portables y conmemorativos,
Que en sombreros vistosos,
De embases podrían convertirse,
Exclusivamente por suelas;
Si así lo quisieran, juramentadamente,
Si bufandas al deambular en complicidad,
Haciendo nudos ceñidos
De timidos codos, 
Consiguieran hallarles 
Fuera del imaginar,
Que asume ocupado,
En lo convincente les busca;

He extraviado la razòn,
Expuesto a pareados tripulantes,
Cual rozar de tibios labios,
Que rebosantes en sangre,
Sin tocarse se despiden,
Complementando protocolarios,
La frustración residual
Al rechazo electronico,
De monetarias bandas 
Magnéticas.

Fernando García M.

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