martes, 12 de noviembre de 2024

“Joven le hubo conducido”
 
(Cambios de apariencia sexual)
La posibilidad abierta,
Suele plantear la libertad,
De aquel que toco sus almas,
Con tanto horror y carne,
Con tanta inseguridad paciente;
 
Colabora el hombre enfermo,
En pro de su nueva soltura;
Los años son cosa pasajera,
Ha de recuperarla madura,
Lista para ser mujer otra vez;
 
Abierta la posibilidad,
Delata el final delicado,
A quizás alguna historia,
Donde por cuestión de tiempo,
Ella aún le sigua esperando;
 
¡Indómita belleza egoísta,
Formada de entre recuerdos,
Décadas y beneficios!
 
Fernando García M.

“Audiencia por nostalgia”
 
(Sobre contribuyentes y evasores)
Oh pajarillos que cantáis,
En la cestilla de aquel innominado,
Orgulloso bajo la lluvia;
Se apropia coraje y valentía,
El rigor de anhelar superarse,
De sus ropas ya humedecidas,
Al surcar la vegetación fría;
 
Oh valoración desacertada,
Inscribirse primero el aburrimiento,
Debe ante el delegado requerido,
Que de rifas, juegos y espectáculos,
Certifique el porqué sufrido,
La salud sustento demanda,
Del suplicio de Dionisio,
Y la inconstancia de Bóreas;
 
¡Azar, alcohol y tabaco,
Néctar de padecimiento,
Deleite abominable!
 
Enfado pueril en todo caso,
Continuidad ansía la contemplación,
De foráneas fantasías afortunadas,
A color y en cadenas nacionales.
 
Fernando García M.

 
“Aplica a la inversa en el sentido figurado”
 
(Orientación climática; cual si fuese tarde de lunes)
Oh son horas como estas,
Las que inspiran el alma,
Las que llevan el espíritu,
Más allá de todo dolor,
Solicitando claridad,
En aquel mar de sombras;
Imponiendo la luz,
Que siempre suprema,
Trae el verso y lo funde;
 
Oh son momentos estos,
De reflexión intuitiva,
Que sacudida de maravilla,
Gélida tiene su gusto,
En la pasividad de lo bondadoso,
Al quebrar con optimismo deshabitado,
La palabra que se explica imprecisa,
En el tedio de su propio firmamento;
 
Enfócate allí,
Ensoñación desvergonzada;
También pueden sacarse,
De poemas nubes.
 
Fernando García M.
“Diez y treinta del día anterior”
 
(Tan fatuo, tan avaro)
No deseo nada,
Que pueda mostrarse,
Pues nada se muestra ante mí,
Que pueda ser deseado;
 
Oh lamentación vacua,
Oh dolor insensato;
Turbación de miseria infértil.
 
Fernando García M.
“Deleite en sexualidad preservada”
 
(Femenina la edad de Cristo, no entiende de juegos)
Al primito vida loca,
Estos versos perniciosos,
Por ser de amores fogosos,
Yo le quiero dedicar;
 
Que aunque no desee escuchar,
Igual obligado le toca,
Al momento de gozar,
Ponerle al tieso sombrero;
 
Pues luego no existe agüero,
Que bien le pueda salvar,
Si a la niña en el cortejo,
Descuidado llega a encintar;
 
Que siendo dama añejada,
No contempla el malograr,
La princesa de sus sueños,
De necio, sucio y vulgar;
 
Y en ello aunque no le guste,
Ya le tendrán que amarrar,
Al bueno del perro mocho,
La soga de marca ilustre;
 
Suplicio del matrimonio,
Que evitado a toda costa,
Ya le habrá de acostumbrar,
Cual si fuese esa mascota,
Que sacan tarde a pasear;
 
Oh pobre primito astuto,
Oh desventurado animal;
En su cuello sin coartada,
En su máscara habitual,
Ya doblega lo corrupto,
El dulce yugo nupcial.
 
Fernando García M.
 
“Reverencia a la asimilación tácita”
 
(En venta su último vehículo) 
Vuelto el genio en su humor,
Siéntese desagradable en todo sentido,
Cual si se creyese iluminado,
Ungido por una verdad,
Nunca antes entendida;

Falacias que atiende el ocaso,
En días de melancolía.
 
Fernando García M.
 
“Con afecto a la treintañera“

(Espejo de mágico luto) 
Oh pesadillas que sois reales,
Sin espacio a fantasía,
Sin bocado de ilusión,
Qué es entonces la vida,
Qué es sin significado;
Clama el hombre convencido,
Solicitando aquellos versos,
Para un amor fingido;
 
Allí el rigor sintético,
Allí la sonrisa vacía,
Feliz tocando la dicha,
Como moscas son sus ojos,
Perdiéndolo todo en decoro;
Cediendo el corazón a invenciones,
Que le transformen y malbaraten,
También en órgano movible;
 
Oh desacierto de la suerte,
Fatalidad de quien se ha ido,
Sin mostrar facie ultima de vida,
Sin esbozar frase postrera de calma;
Reflejo carente de aura inmaculada,
Es la tristeza de este enigma;
 
Horror son las emociones imitadas,
Por la determinación de la razón,
Por la convicción de la carne;
Locuras en cualquier caso,
Que en sufrir sumergen el alma,
Entre alabanzas y lamentaciones,
Confeccionadas para un poema ficticio.
 
Fernando García M.
“Poema a los días de junio”
 
(Infinito e inexpresable)
Prohibidos están los versos,
A la ocasión que les incumbe,
Prohibidas también las comas,
Al dolor aquel del corazón,
Que somete el alma en derrumbe,
Desahuciada más allá,
Donde no arriba nunca,
Razón suficiente,
Donde no existe luego,
Perdón que signifique;
 
Prohibidos están los versos,
Al disgusto que les atrae,
Prohibidas también las comas,
Al recuerdo aquel que arde,
En acuosa impaciencia tibia,
Que opaca y sacude el mirar,
Cuando se sabe no ha de volver,
El rostro del feliz anhelo,
Cuando se comprende igual,
El horror que implica,
La consideración del tiempo;
 
Prohibida es toda silaba
Que pueda decirse,
Prohibido también,
Todo aliento entusiasta,
Todo anuncio que pueda incluirse,
Como consuelo o victoria;
Las tardes caen con sus noches,
Y la tierra no retorna aquel pecho tuyo,
Que callado duerme distante.
 
Fernando García M. 

sábado, 9 de noviembre de 2024

“Invidente el martes”
 
(Obliga a elegir sus atuendos)
Sórdidos detalles que se siguen,
La lengua reposa doblemente,
En vacilación pasmada,
En cavilación impostora,
Que trae sin traer nada,
Para caer otra tarde;
 
Aquel crepitar terrible,
De leños crujiendo en brasas,
Aquel arrojar sensible,
De olas acudiendo en arenas,
Resuellan en espejismos pasados;
Bustos de rancias actitudes,
Desengañadas al significado,
De adversos merodeares;
 
Todo cuánto se encone,
En naturaleza consumible,
Escapa por ojos y oídos,
Cual espectros requeridos sutilmente,
Por simples sombras viajeras,
Por puentes tendidos con enojo,
A aconteceres desposeídos;
 
Arreboles hirientes en luz y sonido,
En tacto de tibieza cautiva,
Abonando decenas de instantes,
Al labrar el sumario concupiscente,
De lo jamás compartido;
 
Sirenas de insoportable,
En lujo de duda vacía,
Que cantan a tonos húmedos,
Alarmando el llanto que surge,
Para la soledad más individual,
Al desgarrar sin violencia,
Manecillas y devociones;
 
Sórdidos detalles que ya fueron,
La faena con sus estaciones,
Hace de ocasos floreros,
Ramilletes de tupidas orlas,
Que engalanan lo siniestro;
 
Coerciones de ocre marfil,
Condiciones de aroma desdeñable,
Que marcan al alba consuelos,
De etéreos inalcanzables;
Pisadas nunca seguidas,
Más que por el tiempo irresoluto,
Perentorio en lo infinito;
 
Como brisa de mes soleado,
Como prisa de pies sueltos,
Que caen en aquel estado,
Donde se suma el cansancio,
Al engendrar los recuerdos;
 
Al recorrer senderos,
De ufanas praderas,
Intentando callejuelas usuales;
Señales que delaten sin pruebas,
El perfumado peregrinar,
De vaporosos días festivos,
Retornando colmado de vida,
Al fragor del lecho blando;
 
Sexagenario placer sileno,
Sobrio en marchito incontenible,
Cuando se duerme el coraje,
Al requerir mayores fuerzas,
Distante de cualquier elegancia,
Convocado al vestier uniforme,
Del color que se precia guardado,
Exiliado en lo profundo.
 
Fernando García M.
 
“Evocación del enamorado distante”
 
(De pluma, papel y poeta)
Afligida torna la pluma,
Al papel de mucho conocido,
Desterrada entre círculos negros,
Opacada entre líneas oscuras,
Destinada a ser el olvido,
De labios que puedan leerle,
Con devoción y encomio;
 
Torna la pluma afligida,
A la extensión de tal planicie,
Inmaculado abismo blanco,
Donde acentúa tildes y comas;
Abierto campo de pétalos coloridos,
Donde solía combatir fervorosa,
Imponiéndose sobre tristezas y culpas,
Dimanando esperanza y ternura,
En figuras de organicidad cristalina;
 
Cantaba antes amores infinitos,
La soltura de su tinta,
Ligera ilusión emisaria,
Siendo esencia indeleble,
De abnegación y desvelo;
Siendo primor de corazón expuesto,
Sujeto a la voluntad suprema,
De aquella brisa salina,
Que imprudente besa la arena;
 
Amores infinitos cantaba antes,
La danza de su cobrizo colmillo,
Diáfano estilete delicado,
Que inocente de cualquier duda,
Recorrer solía suspiros y llanto,
Sin precisar concesión alguna,
Pues integra licencia poseía,
De emociones y afectos;
 
Deleite en fugaz arrojo,
De pasión y picardía risueña,
Formaba afincándose propia,
En la fineza de su lenguaje,
Ejerciéndose dueña
De relieves y texturas,
De silencios e insinuaciones sensuales,
Que cobraban inicio y desenlace,
En el fundir de los cuerpos;
 
Afligida torna la pluma,
Atrapada en perennes vacilaciones,
Excluida entre decisiones marcadas,
Que obligan al alma liviana,
Al indefendible pesar grisáceo,
Horror innatural y exasperante,
De acallar la voz sufrida,
Que surgiendo de lo interior,
Reclama el renovador júbilo,
De la caricia negada,
De la frase no concedida;
 
Torna la pluma afligida,
Revestida en temeridad y valentía,
Embebida en el objeto irreprochable,
De su sublime cometido;
Ansioso anhelo que busca,
Despertar aquellos sentidos,
Que en el sin pasar de los días,
Cubiertos de hollín y zozobra,
Trucado se han en vacuas sensaciones;
Desprecio y desdén dolido,
Cansancio y enconado rencor,
Que niegan a los frágiles latidos,
La veracidad de un mañana,
Colmado en dulce afición;
 
Cantaba antes amores infinitos,
La libertad de su tono esbelto,
Trazos de elevados deseos,
Que narrar solían solemnes fantasías;
Vivencias del espíritu dormido,
Que en carrera surcaba la noche,
En hallazgo de ese afán noble
Que sutil le embelesaba y movía,
Siendo albedrío de su apego,
Resplandor en la espesa penumbra,
Cundida en sobresalto y temores;
 
Amores infinitos cantaba antes,
El matiz de sus siluetas,
No obstante hoy se acobarda,
El puño que le conduce,
Cautivo en temblorosas reflexiones;
Sollozante como otras veces,
Mas ahora, sospechándose definitivo,
En el dolor de sus letras caídas,
En el pavor del hastío pérfido,
Que todo lo tergiversa en recuerdo,
Engendrando silente abandono;
 
Oh pájaros de ensueño,
Qué habéis volado,
Tan encumbradamente;
 
Oh señales marinas,
Que siendo verdes,
La costa habéis contemplado,
En faroles sumergidos;
 
Permitid pues,
Posada su palma en la mía,
Sobre la candidez de aquella tez pía,
Dibuje sobrado mi entendimiento,
Relicarios de inmarcesibles versos,
Que le veneren siempre,
Cual inmortal señora,
Razón de mis sentimientos.
 
Fernando García M.
“Apariencia y desproporción”
 
(Perpetuas cualidades atribuidas)

Producto del mismo pecado,
Somos todos los hombres;
Desenlace equilibrado,
De pasión y fuerza,   
Que clama victoria fútil,
Amamantando larvas y nombres,
Trofeos de maleza y sepulcros;
 
Propiedad de enorme consumo,
Son los valores que integran,
El carácter genuino de la especie,
Al compartir calamidades y abandonos,
Al seducir el desengaño del decaer,
Con solemnes obsequios simbólicos;
 
Recompensa de luces,
Acostumbradas y novedosas,
Aprensión de inviolables absolutos;
Resarcimiento del satisfacer reciproco,
Entre la organicidad flagelada,
Y el espíritu desconocido;
Exposición arbitraria,
De ausencia y certidumbre;
 
Producto del mismo pecado,
Somos todos los hombres;
Bestias aborrecibles,
En cuanto a dolor y placer;
Venia reprochable,
Ante el arribo bochornoso,
De la muerte que colma y agota,
Su propia medida sin más,
Que especulaciones de alma.
 
Fernando García M.
“Elementos escenográficos y detalles sugeridos”
 
(19-11-15)
Aniquila lo consciente, 
Has surgir a la bestia,
Redímela y vístele de seda;
Seguro ha de ser vistosa,
Por igual que desobediente.
 
Fernando García M.
 
“Fantasma del objeto”
 
(La contención del provocar)
Si el cuestionamiento es,
Y al cuestionar implica la duda,
De que aquellos más organizados,
Quienes de antemano decidieron,
El estilo definitivo del tan último vestuario,
No adolecen de aquel padecimiento,
Que suele ser la vanidad mal llevada;

Debe considerarse también,
Que si acaso fuese lo planteado,
Antorcha entre simbólica tiniebla;
Hecho es indefectible, de que se elige,
Para infundir comentarios.
 
Fernando García M.
“La ingratitud de la estética”
 
(Comentarios para los más acuciosos)
Las implicaciones morales,
Siempre azotan la lira,
Emprendiendo la misma melodía;
Platillos encendidos y menguados,
Ayudan al traidor de la honra,
En su lucha indefendible,
En su confusión deliciosa,
Donde macera las comas fútiles,
Repitiendo una y otra vez,
Aquella cabalgata de fango plateado,
Aquella rebelión de inexorable poniente;
 
Líder es el hombre de su desprecio,
Suele contarse entre otras lunas,
Como sucio e incorrecto,
Como impío e inaceptable;
Cada cuanto toma esas decisiones,
Que son pasadizos a la sospecha,
En su ínsula de sangrante valentía;
Aves predadoras ceden equivalencias,
Cual comparación de tiranas fuerzas,
Que desgarran ombligos y costillas,
Engendrando águilas y gorriones;
 
Son de lluvia en aerosol,
Son de borrascosa niebla,
Lo hermoso y lo feo todo a un tiempo;
Cual fortuna de causa alguna,
Cual sonar de trompetas y cascos,
Fantasías de culpas inconclusas,
Solicitando y nunca temiendo,
Los favores que así mismo se insinúa,
En el notable instinto de lo no consciente;
Verdades que dicta lo negativo,
Revestido de pompa imprecisa,
Cráneos supuestos en cráneos,
Pensando en lo que debiera ser;
 
“Si merece perderse la vida,
Ha de hacerse con galas prestadas,
Nunca de nuestro entero gusto”.
 
Fernando García M. 

jueves, 7 de noviembre de 2024

“Careta de arcos ciliares“
 
(Nudos en las sienes)
Bajo antifaces me muevo,
Sediento de propia cordura,
Invención de rezagados elementos,
Bullendo en soltura y pudor,
Acondiciona la trama indecente,
Del destino pendenciero;
Vacilación que se opone al acto,
Indefensión de lo ignorado y futuro;
 
Oculto posturas inconexas,
En estremecimientos acústicos,
Frases que igual purgo horrorizado,
Conclusiones que se elevan,
De nada en ninguna parte,
Pues solo la muerte es definitiva;
Cual prolongado suspiro,
De perdurable celo,
Cual apercepción lancinante,
De concreta ausencia;
 
El rostro que escapa furtivo,
La lágrima de máxima dulzura,
Todo el ahora que es la confrontación,
Posa relieves incuestionables,
En inseguridades y desesperos,
En repeticiones aún más henchidas;
 
Bajo antifaces me muevo,
Evitando cabeza gacha,
Aceras con saludos feroces,
Saltando en animalescas formas,
Con miradas deslizantes,
Que sacuden lo interno,
Con vísceras que digieren el mundo,
Reclamando sensaciones,
Entre castigos y recompensas,
Difuminados en incompletos rescates;
 
También se puede esperanza,
Hendido en la máscara excelsa,
Del seño aquel que durmiendo fruncido,
Concede al parecer diurno,
Incandescente presunción de control;
 
También se puede certeza,
Siendo menos atento,
Al sujetar los bordes,
No tan ajustadamente,
En cada sonrisa y sollozo,
En cada fatiga y enojo;
Al encorvar en esquiva discreción,
Etéreos humores provocables,
Regidos por disensiones y circunstancias.
 
Fernando García M.