“Invidente el
martes”
(Obliga a elegir
sus atuendos)
Sórdidos
detalles que se siguen,
La lengua reposa doblemente,
En vacilación pasmada,
En cavilación impostora,
Que trae sin traer nada,
Para caer otra tarde;
Aquel
crepitar terrible,
De leños crujiendo en brasas,
Aquel arrojar sensible,
De olas acudiendo en arenas,
Resuellan en espejismos pasados;
Bustos de rancias actitudes,
Desengañadas al significado,
De adversos merodeares;
Todo
cuánto se encone,
En naturaleza consumible,
Escapa por ojos y oídos,
Cual espectros requeridos sutilmente,
Por simples sombras viajeras,
Por puentes tendidos con enojo,
A aconteceres desposeídos;
Arreboles
hirientes en luz y sonido,
En tacto de tibieza cautiva,
Abonando decenas de instantes,
Al labrar el sumario concupiscente,
De lo jamás compartido;
Sirenas
de insoportable,
En lujo de duda vacía,
Que cantan a tonos húmedos,
Alarmando el llanto que surge,
Para la soledad más individual,
Al desgarrar sin violencia,
Manecillas y devociones;
Sórdidos
detalles que ya fueron,
La faena con sus estaciones,
Hace de ocasos floreros,
Ramilletes de tupidas orlas,
Que engalanan lo siniestro;
Coerciones
de ocre marfil,
Condiciones de aroma desdeñable,
Que marcan al alba consuelos,
De etéreos inalcanzables;
Pisadas nunca seguidas,
Más que por el tiempo irresoluto,
Perentorio en lo infinito;
Como
brisa de mes soleado,
Como prisa de pies sueltos,
Que caen en aquel estado,
Donde se suma el cansancio,
Al engendrar los recuerdos;
Al
recorrer senderos,
De ufanas praderas,
Intentando callejuelas usuales;
Señales que delaten sin pruebas,
El perfumado peregrinar,
De vaporosos días festivos,
Retornando colmado de vida,
Al fragor del lecho blando;
Sexagenario
placer sileno,
Sobrio en marchito incontenible,
Cuando se duerme el coraje,
Al requerir mayores fuerzas,
Distante de cualquier elegancia,
Convocado al vestier uniforme,
Del color que se precia guardado,
Exiliado en lo profundo.
Fernando
García M.
La lengua reposa doblemente,
En vacilación pasmada,
En cavilación impostora,
Que trae sin traer nada,
Para caer otra tarde;
De leños crujiendo en brasas,
Aquel arrojar sensible,
De olas acudiendo en arenas,
Resuellan en espejismos pasados;
Bustos de rancias actitudes,
Desengañadas al significado,
De adversos merodeares;
En naturaleza consumible,
Escapa por ojos y oídos,
Cual espectros requeridos sutilmente,
Por simples sombras viajeras,
Por puentes tendidos con enojo,
A aconteceres desposeídos;
En tacto de tibieza cautiva,
Abonando decenas de instantes,
Al labrar el sumario concupiscente,
De lo jamás compartido;
En lujo de duda vacía,
Que cantan a tonos húmedos,
Alarmando el llanto que surge,
Para la soledad más individual,
Al desgarrar sin violencia,
Manecillas y devociones;
La faena con sus estaciones,
Hace de ocasos floreros,
Ramilletes de tupidas orlas,
Que engalanan lo siniestro;
Condiciones de aroma desdeñable,
Que marcan al alba consuelos,
De etéreos inalcanzables;
Pisadas nunca seguidas,
Más que por el tiempo irresoluto,
Perentorio en lo infinito;
Como prisa de pies sueltos,
Que caen en aquel estado,
Donde se suma el cansancio,
Al engendrar los recuerdos;
De ufanas praderas,
Intentando callejuelas usuales;
Señales que delaten sin pruebas,
El perfumado peregrinar,
De vaporosos días festivos,
Retornando colmado de vida,
Al fragor del lecho blando;
Sobrio en marchito incontenible,
Cuando se duerme el coraje,
Al requerir mayores fuerzas,
Distante de cualquier elegancia,
Convocado al vestier uniforme,
Del color que se precia guardado,
Exiliado en lo profundo.
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