“Marea citadina”
(Litoral pavimento)
Víveres, abarrotes y
anhelos,
En sus esquinas altas,
Aún secas y calladas,
Temen el correr
ruidoso,
De turbios riachuelos,
Con peculiares
pasajeros;
Almohadas viejas,
Mecedores rotos,
Peluches sucios,
Rodeados de sedimento,
Saludan las luces de las ventanas,
Donde la oportunidad
de algo,
Escaso y quizás
suculento,
Se cuece sin
elegancia;
Alguien habrá de
persignarse,
Tres veces y un poco más,
Al recordar el ansiar
acido,
De sus vientres que de
a pautas,
Con pulgadas se llenan
los ojos,
Preservando desoladas las
bolsas,
Adheridas tras sus
ombligos;
Arroyo peligroso,
Peligroso arroyo,
Señal propia has
adquirido,
En la nomenclatura urbana;
¿Y adónde va tanta
agua?
No importa siempre que
arrastre,
Sobras y desperdicios;
Luego siempre es
factible,
Exponer al fluir
airado,
Algún columnista
comprado,
Uno que otro político
retirado,
Y porque no, después
que mané,
Más de una factura
publica;
Dormitorios bahías de
buses,
Juventudes sin
lágrimas sensibles,
Olvidadas cajas de
dientes,
Canas de arrugas
sudorosas,
Bronceadas por soles
nublados;
¡Acuosa procacidad
compartida!
Esperamos todos juntos,
En la cuesta menos
asequible;
Resonancia de cielo
opaco,
Anuncia en proximidad
torrencial,
El descenso de la
lluvia.
Fernando García M.
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