“Petición
amarilla”
(Quédate,
hazme entender)
Si
conoces quizás,
Una
forma más armoniosa,
Más
elevada tal vez;
De
contemplar el desvanecer,
Del
ocaso ruborizado,
Que
da pasó a la noche,
Sin
la presencia encendida,
De
tu ser impredecible,
Colmado
en delicada magia,
Sumido
en llanto y sonrisas;
Por
favor no la menciones,
Pues
no abrigo ambición alguna,
Más
grande que el sutil aroma,
De
tus cabellos dorados,
Por
el sol que se extingue,
Cual
apagada antorcha,
Entre
tinieblas y sombras;
Por
favor no la digas,
Que
no espero más de esta existencia,
Que
paulatina se evapora,
Paciente
e indetenible,
En
la penumbra de la tarde;
Que
reflejar el ardor secreto,
De
tus pupilas enternecidas,
Quemando
mi piel solitaria,
Dolida
de tanto querer;
Oh
cuántos deseos;
Crepúsculos
y sueños,
Abundan
la tristeza anhelante,
De
mi cuerpo prendado,
A
tu corazón hermoso,
Cual
luz radiante,
De
inagotable alegría;
Oh
cuántas ansias;
Suspiros
y palabras,
Embargan
el frágil opaco,
De
mi alma pensando,
En
aquella tuya dividida,
Entre
el hoy y el ayer,
Que
somos expuestos al tiempo,
Que
sin reparo devora,
El
encanto de los días,
Encadenando
nuestros silencios,
Desde
ahora para siempre;
Si
quizás conoces,
Un
modo más conforme,
Tal
vez más entregado,
De
comprender las razones,
Del
porque clarea el firmamento,
Antes
de oscurecer;
Quédate
belleza dulce,
Quédate
y hazme entender.
Fernando
García M.
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