jueves, 24 de octubre de 2024

“Quién se atreva a medicarme”

(Que aún no le han concebido)
Recuerdas la locura en sus ojos,
Sus palabras indiscretas,
Con aquel salivar salpicado,
De sencillez y pobreza;
Recuerdas acaso la ligereza,
De su lógica extraña,
Aplicando comentarios torcidos,
A explicaciones no solicitadas,
A fálicas cosas sin mando,
En intromisiones bizarras;
 
Avulsionada y derrotada,
Carcomida por nexos impropios,
Desposeída en manada,
Como animación incrédula,
Como agresión dispuesta,
A descargarse en cualquier momento,
Sin angustia de consecuencias,
Sin malestar de remordimiento,
Enfrascada en pretextos,
Que aborrece sin ganas;
 
Retienes la pasión en su risa,
Sus canticos medios con letra sonada,
Con falta de cuerpo,
Con primera intensión,
Que luego en remedos,
Ejecutó para divertirles alardeando,
Para entregarse a la burla;
A los juicios que ellos practican,
No entendiendo el desespero,
En la caridad de sus silencios escasos;
 
En la vanidad de sus arreglos inexactos,
Atrapada en ropajes raídos,
Ceñida en cabellos maltrechos,
Aliñada por esa vida exenta,
De sed y pensamientos correctos;
 
Retienes la fuerza de sus palmas,
Al arrojar monedas devaluadas,
Al odiar manifiesta en circundancia;
Apeándose entre enfermedades,
Añadiéndose un puesto quieto,
En lo infatigable de sus movimientos,
Señalando detalles sin forma,
Cabeceando al afirmar mofas,
Que indican comprensión y desprecio;
 
Su boca fruncida,
Su piel de asbesto oscuro,
Brillante al impenetrable blanco,
De lámparas y baldosas,
Agarrando alientos de sombras,
Derivados de extravíos coherentes;
 
Si al menos no supiese su nombre,
Si al menos no descifrase la manera,
Para darse a la memoria necia,
Como ser de tinieblas,
Como pasajera del viento,
Salido de las fibras contenidas,
En un manojo de incongruencias,
En un antojo convulsivo;
 
Sabida en sus márgenes perplejos,
Airada por razas y credos,
Alada entre domicilios indefinidos,
Como marca de humedad,
Secada en lágrimas de lamento;
 
Recuerdas la locura en sus ojos,
Madejando venganzas futuras,
Expulsando amenazas supremas;
Maldiciones hiperbólicas,
Calificativos de asiento,
Paredones morales por igual,
Para prostíbulos y conventos;
 
Acariciada casi por nadie,
Precaria en sustento propio,
Absorbiendo escándalo y sufrimiento,
Fatigada en ambiciones indetenibles;
Pálida, expresiva, casi invertebrada,
Solicitando ayuda de modo hiriente,
Desafiante al aparejar y exhibir,
Grumos de papeles doblados;
 
Descoloridos documentos,
Que dicen de sí por decir,
Que admiten la edad de su desquicia,
Propiciándole en retratos de bolsillo,
Ese carácter irrecuperable,
Asomándose al desvarió en sus pupilas,
En sus dientes mal cuidados,
Rumiando silabas sublimes,
En absurdo desequilibrio;
 
¡Rameras y malos hijos,
Para acabarlos de una sola línea!

Clamaba a parientes desconocidos.
 
Fernando García M.

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