“Quién
se atreva a medicarme”
(Que
aún no le han concebido)
Recuerdas
la locura en sus ojos,
Sus
palabras indiscretas,
Con
aquel salivar salpicado,
De
sencillez y pobreza;
Recuerdas
acaso la ligereza,
De
su lógica extraña,
Aplicando
comentarios torcidos,
A
explicaciones no solicitadas,
A
fálicas cosas sin mando,
En
intromisiones bizarras;
Avulsionada
y derrotada,
Carcomida
por nexos impropios,
Desposeída
en manada,
Como
animación incrédula,
Como
agresión dispuesta,
A
descargarse en cualquier momento,
Sin
angustia de consecuencias,
Sin
malestar de remordimiento,
Enfrascada
en pretextos,
Que
aborrece sin ganas;
Retienes
la pasión en su risa,
Sus
canticos medios con letra sonada,
Con
falta de cuerpo,
Con
primera intensión,
Que
luego en remedos,
Ejecutó
para divertirles alardeando,
Para
entregarse a la burla;
A
los juicios que ellos practican,
No
entendiendo el desespero,
En
la caridad de sus silencios escasos;
En
la vanidad de sus arreglos inexactos,
Atrapada
en ropajes raídos,
Ceñida
en cabellos maltrechos,
Aliñada
por esa vida exenta,
De
sed y pensamientos correctos;
Retienes
la fuerza de sus palmas,
Al
arrojar monedas devaluadas,
Al
odiar manifiesta en circundancia;
Apeándose
entre enfermedades,
Añadiéndose
un puesto quieto,
En
lo infatigable de sus movimientos,
Señalando
detalles sin forma,
Cabeceando
al afirmar mofas,
Que
indican comprensión y desprecio;
Su
boca fruncida,
Su
piel de asbesto oscuro,
Brillante
al impenetrable blanco,
De
lámparas y baldosas,
Agarrando
alientos de sombras,
Derivados
de extravíos coherentes;
Si
al menos no supiese su nombre,
Si
al menos no descifrase la manera,
Para
darse a la memoria necia,
Como
ser de tinieblas,
Como
pasajera del viento,
Salido
de las fibras contenidas,
En
un manojo de incongruencias,
En
un antojo convulsivo;
Sabida
en sus márgenes perplejos,
Airada
por razas y credos,
Alada
entre domicilios indefinidos,
Como
marca de humedad,
Secada
en lágrimas de lamento;
Recuerdas
la locura en sus ojos,
Madejando
venganzas futuras,
Expulsando
amenazas supremas;
Maldiciones
hiperbólicas,
Calificativos
de asiento,
Paredones
morales por igual,
Para
prostíbulos y conventos;
Acariciada
casi por nadie,
Precaria
en sustento propio,
Absorbiendo
escándalo y sufrimiento,
Fatigada
en ambiciones indetenibles;
Pálida,
expresiva, casi invertebrada,
Solicitando
ayuda de modo hiriente,
Desafiante
al aparejar y exhibir,
Grumos
de papeles doblados;
Descoloridos
documentos,
Que
dicen de sí por decir,
Que
admiten la edad de su desquicia,
Propiciándole
en retratos de bolsillo,
Ese
carácter irrecuperable,
Asomándose
al desvarió en sus pupilas,
En
sus dientes mal cuidados,
Rumiando
silabas sublimes,
En
absurdo desequilibrio;
¡Rameras
y malos hijos,
Para
acabarlos de una sola línea!
Clamaba
a parientes desconocidos.
Fernando
García M.
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