viernes, 4 de octubre de 2024


“Terrores nocturnos”
 
(Lémures pueriles legados al hombre)
Al arribo de la noche,
El corazón retoma hambriento,
Sueños de imposibles distantes,
Fuerzas que recupera de momento,
Sabiendo que perderá después;
 
Si la piel descansar pudiese,
De la impávida vejez;
Si pudiese ajarse un poco menos,
Un poco más lento,
Cediendo quizás algo,
Que permitiese la esperanza;
La ilusión, aquella ambición de dicha,
Lograse elevarse nuevamente,
Más allá del abovedado cielo;
 
A la ascensión de la luna,
Suplicio de infinito silencio,
El alma que escapa y retorna,
En agitaciones y calmas,
Reposa desposada al insomnio,
En ideas que revolotean sueltas,
Animándose a otros humores;
Adentrándose en regiones crepusculares,
Parpados que caen húmedos,
Labios que sellan olvido;
 
Si los ojos alcanzasen a contemplar,
Aún cuando fuese un atisbo delicado,
De eternidad y misericordia,
Aún cuando el resplandor etéreo,
De aquella pasión extraviada;
Oh cuánta seria la alegría,
De estas opacidades curvas,
Que privan y conceden reflejos,
De siluetas que surgen silentes,
Resignadas al desvanecimiento;
 
Siervas de la mayor crueldad,
Complacientes asumen las manecillas,
Ciclos y ciclos que cambian,
Orlados velos que descienden,
En terrible huida a lo irremediable,
Decantando continuidad y abandono;
Guiando en senda profunda,
Al espíritu que duda y suspira,
Ante cavilantes certezas,
Ante inestables persuasiones;
 
Arco de plata refulgente,
Indiferencia de voces dolidas,
Acaso puedes librarte de esa aura tuya,
Acaso ungirte en una fragancia distinta;
Aquellos pasos que deslizas,
Impasivos hasta el ocaso cristalino,
Vacíos aproximan pausados,
El más mortal de los consuelos;
 
Fantasías de la infancia ida,
Espectros que reptando lo ingenuo,
Mudaron lustrosos relieves,
En vertiginosas aristas,
De sólidos temores.
 
Fernando García M. 

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