“Ante el desconcierto”
La luz resistida, hastiada de creer,
Lo oscuro tiende a predominar,
Desprendiose de falsas promesas,
Para mancillar su lustroso nombre;
Siendo ausencia en marcha,
Vestigio de resplandor fugado,
Que se pierde a la distancia;
La tiniebla acrecentada, convidada a conflagrar,
Cerrose tras el sendero dormido,
Despertando temores ocultos,
Concediendo extraños dotes;
Rasgos afianzados en la exacerbación,
Para deleite de los más desdichados,
Tormento de aquellos extraviados,
Urgidos de refugio y destino;
Agitando la marea de susurros fríos,
Orquestando la percepción ínfima,
Que se afina tenebrosa, insoportable, estremecedora;
Dulce
en atracción de imágenes huecas,
Perturbadoras negaciones incompletas,
Del vacío que reposando en latidos,
Se arroja raudo al desespero,
Horror de aquellos rostros;
De
aquellas siluetas engañosas,
Que fomentan tal nerviosismo cauto;
Aparentar de control comedido,
Sobre el corazón que anhela escapar,
En un alarido inerme;
Como
hasta aquí hubo llegado,
La zozobra ocupando los rincones,
Que el fulgor olvido en su huida,
Toma posesión de caprichos ingenuos,
Chasquidos, aleteos y rebotares;
Fricciones bajas en la hierba,
En los leños cenizos,
En el gorgotear de las aguas,
Resonando en peñas y gargantas diversas;
Pasos
de cojín y uñas desconocidas,
Huellas que de existir mañana,
Serian recordadas con admiración y burla,
Pero que para el mutismo circundante,
Implican un acechar invisible;
Como
hacia donde hubo partido,
Con armoniosa simultaneidad,
Con exactitud dramática,
El calor del fuego ondulante,
Esfumose desposado del ocaso,
Dejando en su curso deleble,
Resoplares de bruma quemada;
Pistas
para aquellos seres sigilosos,
De cuanto ajeno e intromisor,
Compone la estancia humana,
En los dominios de la organicidad palpitante,
Terrenos santiguados a la pugna del instinto;
Anterior ruta de lo salvaje,
Desenfreno de supervivencia;
El
ahora se extiende infinito,
La indecisión entre la carrera fatigosa,
O el aguardar en quietud silente,
Tornase irresistiblemente deforme,
Como para asumir disfraces tempóreos;
Hace
un instante podría ser de momento,
Una condición sostenida, una abstracción alertada,
Perturbadoras negaciones incompletas,
Del vacío que reposando en latidos,
Se arroja raudo al desespero,
Horror de aquellos rostros;
Que fomentan tal nerviosismo cauto;
Aparentar de control comedido,
Sobre el corazón que anhela escapar,
En un alarido inerme;
La zozobra ocupando los rincones,
Que el fulgor olvido en su huida,
Toma posesión de caprichos ingenuos,
Chasquidos, aleteos y rebotares;
Fricciones bajas en la hierba,
En los leños cenizos,
En el gorgotear de las aguas,
Resonando en peñas y gargantas diversas;
Huellas que de existir mañana,
Serian recordadas con admiración y burla,
Pero que para el mutismo circundante,
Implican un acechar invisible;
Con armoniosa simultaneidad,
Con exactitud dramática,
El calor del fuego ondulante,
Esfumose desposado del ocaso,
Dejando en su curso deleble,
Resoplares de bruma quemada;
De cuanto ajeno e intromisor,
Compone la estancia humana,
En los dominios de la organicidad palpitante,
Terrenos santiguados a la pugna del instinto;
Anterior ruta de lo salvaje,
Desenfreno de supervivencia;
La indecisión entre la carrera fatigosa,
O el aguardar en quietud silente,
Tornase irresistiblemente deforme,
Como para asumir disfraces tempóreos;
Una condición sostenida, una abstracción alertada,
Donde
reverbera lo vivido nuevamente,
Rondando en círculos que se estrechan,
Alternando exhalaciones con plegarias;
Combinando
prolongadas pausas,
Con la consciencia imprudente,
De la gélida sudoración, clave incierta,
Aviso de falaz detalle que remembrar hace,
Se espera prorrogadamente,
Sin más que especulaciones como certeza;
Trompetillas
minúsculas,
Diminutos clarines,
Sabiendo de cándida cuenta,
La realidad de lo acontecido,
Inician el festín intempestivo,
Elevando una sinfonía molesta;
Piquetes
asoma el cuello,
Irritado en direcciones diversas,
Asestando manotazos despaciosos,
Con la ambición de aliviar el ardor;
Anhelos
contradictorios en todo caso,
De no querer topar con algo,
Que pudiese delatar demasiado,
Sea por indescriptible sorpresa,
O destrabada repugnancia,
La posición del cuerpo vibrante,
Febril en obsesión de inminencia;
Dolidas
las articulaciones,
Cuarteadas en oleosa esteticidad,
Sustentando ángulos forzados,
Las extremidades emprenden incontenibles,
Ese danzar inmóvil, esa oscilación ruda,
Que expresa el cansancio de la carne;
Sincronía
que apunta a desvanecerse,
Sedada por el perpetuar de la expectativa,
Impostor convencimiento torpe,
De que el peligro impuntual,
Pudo haber elegido de entre muchas,
Una presa más adecuada,
Para la provocación de su apetito;
Conjeturas
sobrevuelan la tensión,
Indecibles perspectivas de la situación,
Asaltan lo incoherente sin desdeñable escándalo;
La fantasía prensa en sus alas,
El idear que evade el riesgo impuesto,
En suposiciones posibles;
En
consideraciones fácticas,
Que el ensueño deja caer fatalmente,
Ante el suscitar de un crujido próximo,
Ante el mover de relieves difusos,
Punzantes advertencias de lo inesperado;
Invocaciones
de inútil atención,
Pues a más de prevenir, inducen,
Las reflexiones aquellas;
Pasajes inconexos que la mente reproduce,
Para sucumbir otra vez,
Cual ocasión primera,
Ante el desconcierto.
Fernando
García M.
Rondando en círculos que se estrechan,
Alternando exhalaciones con plegarias;
Con la consciencia imprudente,
De la gélida sudoración, clave incierta,
Aviso de falaz detalle que remembrar hace,
Se espera prorrogadamente,
Sin más que especulaciones como certeza;
Diminutos clarines,
Sabiendo de cándida cuenta,
La realidad de lo acontecido,
Inician el festín intempestivo,
Elevando una sinfonía molesta;
Irritado en direcciones diversas,
Asestando manotazos despaciosos,
Con la ambición de aliviar el ardor;
De no querer topar con algo,
Que pudiese delatar demasiado,
Sea por indescriptible sorpresa,
O destrabada repugnancia,
La posición del cuerpo vibrante,
Febril en obsesión de inminencia;
Cuarteadas en oleosa esteticidad,
Sustentando ángulos forzados,
Las extremidades emprenden incontenibles,
Ese danzar inmóvil, esa oscilación ruda,
Que expresa el cansancio de la carne;
Sedada por el perpetuar de la expectativa,
Impostor convencimiento torpe,
De que el peligro impuntual,
Pudo haber elegido de entre muchas,
Una presa más adecuada,
Para la provocación de su apetito;
Indecibles perspectivas de la situación,
Asaltan lo incoherente sin desdeñable escándalo;
La fantasía prensa en sus alas,
El idear que evade el riesgo impuesto,
En suposiciones posibles;
Que el ensueño deja caer fatalmente,
Ante el suscitar de un crujido próximo,
Ante el mover de relieves difusos,
Punzantes advertencias de lo inesperado;
Pues a más de prevenir, inducen,
Las reflexiones aquellas;
Pasajes inconexos que la mente reproduce,
Para sucumbir otra vez,
Cual ocasión primera,
Ante el desconcierto.
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