“Oda a la malicia indígena”
Es aquella viejecilla,
Que viéndose presa del hambre,
Hizo de viudez izquierda,
Víctima de diestra infame;
Mintió con lengua ceniza,
Mofando en cabello plateado,
Toda prueba contundente;
Logrando fuese el estado,
Deudor en honra sonante;
Profundamente se investiga;
Todo al punto, sin embargo,
Hasta que surja la duda conveniente;
Permeable antifaz,
Que infatigable defiende,
Siempre es posible de nuevo,
Un engaño semejante;
Pasó el rincón del indio,
Indagando por el sosiego,
De un tal deudo terminal;
Espectro nunca existente,
Cautivo de aquella insurgencia,
Que paralela al oficialismo,
Militaba a enguantada justicia;
Avaricia qué planeas,
Saciar tu propia calamidad,
Ostentando la suerte ajena;
Siendo causal de impunidad,
Excusa dispuesta es su caso,
En cualquier debate concluyente,
Dando verdaderos por falsos,
El gobierno sus inertes;
Que separe sus huesos muchos,
No ha sucedido ninguna,
Que en absoluto lo consiga;
Despojos de carnes silenciadas,
Regurgita la tierra revuelta,
Que retiene y no perdona,
Lágrimas de decenas de gentes;
Viejecilla es aquella;
Frotando sus manos ajadas,
Al azar de sus palabras,
Devela su ingenuidad,
Damnificada igualmente,
Más nunca reconocida;
Atañendo el ardid de su invento,
A su anciana fantasía,
Codiciar de futuro cierto,
Entre himnos y zozobras;
Son de provecho a esos,
Prófugos y homicidas;
Ventrílocuos siderales,
Que en piruetas de folios y pliegos,
Enlentecen más el tacto quedo,
De tan impuntual ceguera,
Solventando la historia,
En ascuas.
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