“Cuanto convide lo pretérito”
(Rotundamente insalvable)
Algo pasa con el mundo,
Tantos modos abundan,
Para castigar el alma,
Mal vendiendo el corazón,
Que si fuese hoy el final,
Ninguno sabría que llevar,
A más de dolor y lágrimas;
Los días negros amanecen,
Los albas oscuros profusos,
Prometen ocasos soleados;
Tan solo es cuestión de perspectiva,
Tan solo un minino esfuerzo,
Para vencer aún por un instante,
El afán avasallante de la historia,
Que igual recibe como entrega,
Cadáveres perpetuos de tiempo;
Algo pasa con los hombres,
Existe tanta sangre expuesta,
Por razones que nada expresan,
Por causas que siendo etéreas,
Destruyen y marginan terribles;
Cuánta perdida notable de respiros,
Cuántas sendas recorridas inútilmente,
Para abandonar huellas y despojos,
Ante el horror del sepulcro;
El dinero, dios que nunca reposa,
Transforma su carne en delicia,
Transfunde su savia en discordia,
Para que palmas resulten puños,
Y en ello el honor descanse,
A merced del impulso imprudente,
Exigiendo siempre respeto,
Corroído secretamente,
Execrable de alguna forma,
Que admita ser negociable;
Algo pasa con la vida,
Aquello que fue dicha y deleite,
Procura hoy un catálogo surtido,
De irresistibles maneras sugerentes,
Para arribar dócil y sin tardanza,
A lo enfermo, punible o torturador;
Ningún placer parece suficiente,
Ningún delito demasiado escandaloso;
Y en caso de serlo,
Ambos luego de poco,
Proveen con suprema exactitud,
Un nuevo límite soslayable,
De exceso dependiente,
O abominable sufrimiento;
El amor, último vestigio de pureza,
Bastión naufrago de realidad,
Surge de entre llanto y lamento,
Para traer en alarde obsceno,
Calamidades inusitadas;
Tragedias que en otros labios,
Evocaban la victoria fragante,
Del perdón sobre el destino,
De la pasión prodigiosa,
Sobre el pavor de la muerte;
Algo pasa con el mundo,
Y aún cuando sea la desventura,
Anciana y joven en un mismo sentido,
Incapaz se ofrece a los rostros,
De provocar como antes sublime esperanza;
De rescatar en alguna medida,
Pupilas, pálpitos y suspiros,
Del suplicio harto consumado,
De la desesperación y el desconsuelo;
El vaso que a medio colmar,
Abrigaba en su parcial llenura,
Oportunidad de fortuna y cambio,
Oculta para la fecha un veneno espeluznante;
Desidia indecible del ser por demás confiado,
Ante el azote que asola y marchita,
En continuidad la época,
Que encumbra su vuelo,
Para desplomarse sin reparo de precauciones,
En bolsillos, vientres y ataúdes;
Si fuese posible un tanto de magia,
Encantamiento de arrojado positivismo;
Si fuese factible un poco de exaltación,
Frenesí embebido en superación y logro,
Transmutación de orientación renovada;
Pero la vitalidad sigue su curso,
Y en ello extravía su inmaculada esencia,
Entre símbolos inexplicables;
Atajos incautos del entendimiento sensible,
Que elude toda nobleza,
Seducido en dócil contienda,
Por la hipotética comodidad,
Que constituye la violencia,
Hálito inestable del cual,
Dimana toda agresión;
Algo pasa con los hombres,
Inalcanzable se apetece su humanidad;
Anuncios de atrocidades siniestras,
Se repiten en constante secuencia,
Incrementando extensión y número;
Destacable en boga de plausible,
Es todo cuanto pervierte y extingue;
Por cada frente impávida,
Que acoge inercia como lecho,
Otra se yergue con sed de desdicha,
Sobrenadando sin escarmiento,
En la marea colérica de cuerpos,
Que sustituyen afectos, expectativas y valores,
Asumiendo cosa alguna sucede,
Mas allá, lejos de la voluntad propia.
Fernando García M.
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