“Molusco encefálico“
(06-10-14) Pequeño organizador,
Del mundo y sus alrededores,
La dicha sin esencia,
La calma que escapa,
Son espectros tuyos;
Ausencia supuesta,
Rastro que infausto deja,
El azar en tus creaciones;
Diseñado imprudente,
Estampa de etéreo,
Ostenta el tiempo indecente,
Que huye y se aleja,
Que eleva su innoble vuelo,
Allá donde la muerte lleva,
Allá donde no llegan los hombres;
En cada silueta moldeada,
En cada material labrado,
La forma ingrata ha olvidado,
Cautivar la primaria función,
Y en esto extraviando su gracia,
Desconoce el corazón,
Como exaltar el alma,
Con más que tesoros inútiles;
Oh minúsculo tormento,
Hoguera que atisbas cenizas,
En el abraso de tu fuego,
Nublan su visión los ojos,
Con desvanecido resplandor;
Ilusión de proximidad inequívoca,
Al juego de danzas bélicas,
Con el cual pretende el genio,
Combatir la incertidumbre;
Pequeño organizador,
Del mundo y sus corrientes,
Galopante su velo descorre,
Incesante colma su cántaro,
La morbosa ansiedad aquella,
Que impulsa al mayor avance;
Frustración de infame pena,
Que siempre alcanza camino,
En mitad a ninguna parte;
Línea de trazo impreciso,
Accidentado reitero,
Son los pasos perecederos,
Tanto como sus delebles huellas;
En boga presiona el progreso,
Para arribar en cuanto puede,
A aquel pedestal profano,
Donde entre galardones y féretros,
Almacena lo postrero,
Su más venerable cura,
Su más entrañable veneno;
En cada pieza móvil,
En cada borde dentado,
Habita sin protagonismo alguno,
El apremio que exhorta su origen;
Sin gloria el afán prescinde,
De la premura que le inspira,
Redimido ante el incauto contraste,
Del auge que le hubo empleado;
Oh fastuoso instrumento,
Melodía de horrenda tonada,
Decantan tus vibraciones y resoplidos;
Adormecidos callan los oídos,
Ante acordes vacios en lo interno,
Artificio de inminente realización,
Del ser que indómito resiste,
Confuso entre ideales encumbrados;
Arquetípicas sombras ancestrales,
Desprovistas de pasado o futuro;
Pequeño organizador,
Del mundo y sus devenires,
Cedida en prenda de garantía,
La nada a la cual adeudas,
Infinidad de favores ocultos,
Aborrece vuestra alma nacida;
Sustancia caída en mancilla,
Que imprime evasión en sus actos,
Deterioro de rango escaso,
Que solidifica y recrudece,
Tan solo sobre el contorno,
Impávido de tus sienes;
Dictador sublime,
Del cosmos y sus confines,
En lugar de permanecer fieles a tú deseo,
Los elementos, voces de dioses eternos,
Retoman sus antiguas razones;
Fuerzas hasta ahora ignoradas,
Potencias de irrefrenable revolución,
Devuelven al trueno su libertad,
Desatando el agitado cabalgar,
De una era por demás insegura;
Firmamento ultimo,
Imagen que a tu semejanza,
Degrada su faz bruñida,
Hacia la tiniebla absoluta.
Fernando García M.
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