“Lectura para la cena”
(Sí aún se subtitula)
He visto la mancha,
Que atasca el cierre del día,
En su comas ya leídas,
En sus fragantes heridas,
Acosando la debilitante frustración,
Cuando decidiendo dual,
En la validez de lo ambivalente,
Por y con dos;
Demonios rapaces,
Hipotéticos y reales,
Sustraen la cavidad tibia,
Escondida tras barrotes óseos,
Que se supone de antemano,
Como las nubes grises agua,
Expele sangre;
Altivez en sus silencios,
Aspereza en sus miradas,
Celebre mutismo inicuo,
Camino a aquellos alimentos,
Que podrían acabar el apetito,
Siempre hasta un punto indefinido,
Para garantizarle un predeterminado retorno,
Mortificante cual hábito siniestro;
Como el rencor creciente,
Que puebla los celos,
En la contemplación extraviada y fatídica,
De lo que justificado escape atribuye,
Irreconocible e insignificante;
Hasta entonces,
La oscuridad de su forma,
Era pequeña, ínfimamente turbia,
Tolerablemente descartable;
Para frialdad de este ocaso,
Impericia de evaporar diurno,
Odio hay en su tarde inalterable;
Con imperceptibles suspiros suaves,
Camuflados en quietas siluetas,
Evitando segundos infames,
Logren traer dicha o sosiego,
A la efervescencia cruel,
De sus edentados mordiscos;
Ahora señala el momento,
Haciéndose intuir sobria,
Íntegra conforme el descenso,
Hasta lo impersonal y concurrido,
Tomando del cinto holgado,
El inconsciente objeto torpe,
De su descuartizado desconsuelo.
Fernando García M.
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