martes, 3 de septiembre de 2024

 
“Hermano arcoíris”

(Aún se mantiene) 
Truenos airados resuenan,
En los cielos que sacuden,
Nubes grises y negras,
Trayendo agua en caída,
Sobre la tierra que ha pecado,
Dando al diablo siempre de más,
Al momento de la cena;
 
Calma Jesús calma,
Los tiempos son ya distintos,
Y la naturaleza destruir puede,
Hijos con sombreros,
Flores en floreros,
Misericordia en vejez reciente;
 
Féretros con cuerpos,
Alejados y purulentos,
A los pies de la lluvia,
Profundidad de arena inician,
En sepelios múltiples,
Con llantos de lenguas,
Irreconciliables y diversas;
 
Símiles en el dolor mismo,
De la resignación inevitable,
Que los ojos cierra absoluta,
De centenar de acólitos idos,
En la desobediencia obediente,
Del dechado del demonio;
 
Centellas y relámpagos,
Devorados son por rostros,
Atónitos de temor y pánico;
Hombres y mujeres ocultan,
Esmerados en cruel ahincó,
Lo mezquino de sus almas y seres;
 
Secretando respiraciones,
Con explicaciones que argumentan,
La facilidad adaptable,
A tonalidades turbias,
De sus corazones oscuros,
Que mienten y engañan,
De modo salvaje;
 
Calma pequeño Jesús,
Serénate que aún mucho falta,
Para acabar con tanta pena;
Lejana aquella crucifixión,
Casi interpretada en minusvalía,
Simbolizada fue para convertirse,
En amuleto de bocas en desesperación;
 
Voces que por alivio indagan,
Al tomar el bus, al padecer aburrimiento,
Al cantar canciones paganas,
Preparando trituradas especias,
Al adobar carnes saladas,
Que nutran las propias que anhelan,
Con ansias de poder y dominio;
 
Instinto que a exigir les obliga,
Más bríos en sus músculos,
Más facultad en sus manos,
Más belleza en sus pupilas,
Guiadas por la gula miserable,
De la ambición que nada ofrece,
Luego de saciada la avidez;
 
Traqueo de huesos cálidos son,
Intentando sortear el peso del mundo,
Con consciencias contenidas,
En pareceres pálidos apresados,
En percepciones de adjetivos,
Con el agitar incólume,
Y el pálpito mudo;
 
Aún no caigas Cristo amigo,
Ocasión es esta en que la cruz,
Hecha está de arena y mar;
Abundante bondad que atestigua,
Aquellos pasos cansados,
Retumbando en truenos recónditos.
 
Fernando García M.

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